María se recostó y en su rostro se dibujó una sonrisa diabólica.
—Una muerte rápida es para un tonto —dijo María—. Libérame y veré qué puedo hacer al respecto.
—Sobre mi cadáver —juró Xaden procediendo a dar un paso adelante pero Jazmín lo detuvo agarrándolo del brazo y reteniéndolo.
Y entonces ella se volvió hacia María. —Si te prometo que saldrás de aquí sana y salva, ¿me dirás todo lo que necesito saber sobre mi madre?
María frunció el ceño y la miró con recelo.
Parecía demasiado bueno para ser verdad.
—Jazmín, ¿qué estás diciendo? —preguntó Xaden pero ella lo ignoró.
—¿Lo harás? —preguntó Jazmín.
María la observó de pies a cabeza negándose a morder el anzuelo. —¿Cómo sé que esto no es algún truco? ¿Cómo sé que cumplirás tu palabra si te lo digo?
Entonces María volvió a mirar a Xaden.
—Estoy segura de que él no me dejará salir, especialmente después de todo —dijo María señalando a Xaden.
—Apuesto que tienes razón, no lo haré —dijo él.