Jazmín miró a su alrededor como si estuviera inquieta y como si alguien pudiera estar escuchando su conversación.
Ned estaba absorto en sus libros y apenas si los notaba.
Y aun así, se sentía incómoda hablando incluso con Urma, a quien confiaba su propia vida.
Urma notó su incomodidad y tomó su brazo, alejándola de la puerta de la habitación.
Urma se volvió hacia Ned, quien seguía leyendo sus libros.
—Volveré en un rato —le dijo a él.
Él asintió sin apenas escuchar lo que ella decía.
—Ven —dijo Urma y se llevó a Jazmín.
Juntas, ambas mujeres se dirigieron a un rincón muy tranquilo del pasillo.
No había nadie a la vista.
Urma se giró y la enfrentó.
—Ahora puedes hablar, Jazmín —dijo ella.
Jazmín suspiró profundamente.
Aún reticente a hablarle sobre lo que sabía.
—Puedo prometerte que lo que me digas no saldrá de este espacio tan pequeño en el que estamos —le aseguró Urma.
—Ese no es el problema —dijo Jazmín—. No quiero meterte en problemas.