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Una vez que Leah se había ido, Jazmín regresó a la habitación.
Observó su vestido mezquino y decidió que necesitaba ponerse algo más.
Buscó en el armario algún vestido.
Estaban todos llenos de vestidos extravagantes y estrafalarios.
Vestidos aptos para mujeres de la élite.
Mujeres que no eran como ella.
Finalmente encontró un vestido azul pálido simple.
Se lo probó y a pesar de que mostraba su escote, era mejor que todos los demás vestidos que, podría jurar, le apretarían el pecho ante el más mínimo inconveniente.
Se cepilló y trenzó su cabello ígneo en una única trenza.
Luego se miró a sí misma en el espejo.
Nunca en sus más salvajes pensamientos creyó que se vería tan agradable en la manada de su padre.
Suspiró profundamente y construyó la confianza dentro de sí misma antes de salir de la habitación.
Se dirigió hacia los pasillos.
Aún recordaba el camino a través de la casa de la manada.