Una vez que Will se había ido, Rosa recordó que había planeado el día para pasar con su hija.
Se apresuró hacia la cocina, donde ya había ordenado que se hiciera el pastel de arándanos.
Al darse cuenta de que no estaba tarde, estaba a punto de llamar personalmente a Corral cuando la vio junto a la puerta.
—Corral. —dijo Rosa con sorpresa—. Justo estaba a punto de ir a buscarte yo misma.
Sonrió y la abrazó, sin notar el aire frío que Corral traía consigo.
Rosa caminó hacia la gran isla donde estaban los cuencos para mezclar y comenzar a hacer el pastel.
Luego una criada procedió a ayudarle a ponerse el delantal, pero Rosa declinó y se lo puso ella misma.
Luego se volvió hacia Corral.
—Decidí que lo hiciéramos justo como solíamos hacer cuando eras niña. —dijo Rosa con una sonrisa en su rostro.
—Madre, no voy a hacer esto. —declaró claramente Corral.
—¿Hacer qué? ¿Qué pasa? —preguntó confundida Rosa.
Corral agitó su mano hacia los cuencos.