Rosa sonrió a su esposo y a su hermana.
Ella estaba vestida con un vestido rojo que hacía juego con su vibrante cabello rojo, y su pelo estaba lleno de algunas rosas blancas.
—¿Decirme qué? —preguntó Rosa.
Rolando quería perder la cabeza.
—Nada, solo estábamos discutiendo asuntos... —dijo él—, muy aburridos y estoy seguro de que no te interesarían.
—Pero, ¿por qué la necesidad de ocultarlo más? —preguntó Cherry—. Ella merece saber. No puedo mantener a mi hermana en la oscuridad por tanto tiempo.
Rosa frunció el ceño confundida por la forma en que ambos se contradecían.
El corazón de Rolando latía a toda velocidad.
¿Qué juego estaba tratando de jugar Cherry exactamente?
Si Rosa se enteraba, sería el fin de todo.
Serán expulsados del Reino y destinados al exilio. Quizás incluso peor. ¡Ambos!
Cherry se levantó y Rolando agarró su mano e intentó jalarla de vuelta.
Pero ella se soltó de su agarre y continuó hacia donde estaba su hermana.
Rolando también se levantó ansioso.