Hubo un alboroto entre la manada de lobos.
Algunos decían que el juicio era incorrecto, mientras que otros decían que el juicio se había dado correctamente.
—Silencio —anunció el rey—. No quiero escuchar ni una palabra más sobre este asunto. Lo que he decretado será, les guste o no. Veremos el resultado de sus acciones y espero que eso le brinde tranquilidad a su corazón y ponga fin a su búsqueda insaciable de más.
—¿Y qué hay de esta chica, mi señor? —preguntó alguien—. ¿Es realmente cierto que renunció a su primera hija, haciéndola sufrir a propósito bajo las manos de Xaden para salvar a su segunda hija?
Otro murmullo corrió entre la multitud.
—Ahora, qué dices tú, maestre —llamó el rey a su maestre.
El maestre miró del rey a los otros hombres esperando su respuesta y dijo: