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—Es hora de que te vayas —dijo uno de los guardias.
Fiona se levantó rápidamente y estaba claramente angustiada.
—¿Tan pronto? —exigió—. Pero si apenas ha tenido tiempo de recomponerse.
—Eso no es algo que tú o alguien más pueda decidir —le respondió el guardia a Fiona.
Los guardias empezaron a avanzar hacia ella en un intento de llevársela voluntaria o forzosamente.
—No habrá necesidad de eso —declaró Jazmín levantándose.
Ella abrazó a Fiona fuertemente.
Sintió las lágrimas en el borde de sus ojos y luego pudo sentir cómo bajaban por su mejilla.
—Jura que nos volveremos a ver —dijo Fiona—. Nada te pasará y volverás a esta manada.
Jazmín tragó saliva. —Desearía poder hacer tales promesas, pero no puedo predecir el futuro.
Finalmente se separó de ella y Fiona se limpió los ojos, luego puso sus manos en los hombros de Jazmín y le dijo: