Él golpeó la mesa tan fuerte que todos se estremecieron.
Incluso el propio búho temblaba.
—He dicho basta —dijo—. Basta de todas sus malditas mentiras. Basta con el engaño. Todo. El espionaje es un delito castigado con la muerte.
Ella tragó saliva con dificultad.
Ahora todos los ojos estaban puestos en ella.
Triunfo, alivio y algunas miradas de piedad.
—A sabiendas diste información sobre esta manada a tu familia para que pudieran tener la ventaja cuando llegara el momento de exterminarlos —dijo él.
Ahora ella estaba llorando mucho.
Todo su cuerpo temblaba.
Era como si él haber sido tan amable con ella hubiera sido solo un sueño. Era como si las pocas horas en que él había apoyado su cabeza contra su pecho y llorado por la muerte de Eleanor no hubieran sucedido.
Era como si cómo había sido tan tierno con ella la noche anterior no hubiera pasado.
Era como si ni siquiera le hubiera besado la frente cuando ella se despertó del coma.
Era como si nada de eso hubiera ocurrido.