Después de que Fiona se había ido, Xaden se tumbó en su sofá pensando en el espacio de lo que ella había dicho.
—¿De verdad a Jazmín no le importaría que él se quedara con ella?
Se sentía como un adolescente con mariposas, inseguro de los movimientos correctos hacia ella.
Para su horror, de hecho había mosquitos en la habitación.
Se quedó perplejo mientras los seguía aplastando una y otra vez tratando de ahuyentarlos.
En un momento se transformó en su lobo y les lanzó un zarpazo.
Luego volvió a su forma humana y, después de volver a acostarse con la manta hasta el cuello, comenzó a oír el canto de los pequeños insectos.
Unos minutos más tarde, después de mucho pensar y de revolcarse y golpearse la cabeza contra el cabecero del sofá junto con la frecuente molestia de los mosquitos, reunió confianza y salió del estudio.
Eran quizás las dos de la madrugada cuando volvió a su dormitorio.