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Lisa esperaba enojada mientras golpeaba el suelo con los pies.
Había estado esperando al Alfa Xaden por casi la última hora y aún así no la habían dejado entrar.
Esto era frustrante.
Uno de los guardias con los que solía acostarse a cambio de favores extras le silbó y ella lo fulminó con la mirada e ignoró.
Él le hizo señas a su compañero de guardia para que lo esperara y luego se acercó a ella.
Agarró su brazo. —¿Qué te tiene tan alterada? Normalmente cuando te llamo, vienes corriendo como una perra hambrienta.
—¡Quita tus sucias manos de mí! —Se soltó bruscamente de su firme agarre.
Él la miró asombrado y miró a su amigo para ver si él también lo había visto.
—Parece que Lisa la puta ahora ha conseguido una boca —se rió.
Su amigo también se rió.
Lisa rodó los ojos y miró hacia otro lado.
El guardia le agarró el hombro.
—¡Eh, te estoy hablando! —le espetó.
—Suéltame, tarado —ella gruñó.
El guardia la soltó y ella tuvo que respirar hondo para calmarse.