Jazmín tragó saliva con fuerza al sentirse extremadamente incómoda por su mirada.
Por su afirmación de que ella jamás sería un lobo.
Como si le recordara la maldición que le habían impuesto en su cabeza.
Se le secó la garganta y apartó la mirada.
Dos otras criadas entraron en la habitación con trapeadores y cubetas para limpiar la sangre.
Jazmín reconoció a una de las chicas, pero no a la otra.
Desvió su rostro.
Tenía tantas preguntas, ¿qué había pasado?
No podía ni recordar cuándo había entrado la sirvienta a la habitación.
Le dolía la cabeza y el recuerdo era bastante vago.
Una vez que las criadas se fueron, Jazmín soltó:
—¿Qué podría haberle pasado para quedar así?
—Probablemente sea brujería —dijo él—. Sea lo que sea, lo descubriremos. ¿Dices que no recuerdas qué pasó?
Ella intentó esforzarse en recordar, pero no había nada.
No podía recordar nada en absoluto.
Solo un fuerte dolor de cabeza.
Negó con la cabeza mientras presionaba sus dedos contra sus sienes.