—Yo... Yo quiero que me tomes. Puedo ver fuegos artificiales en otro momento. Me has dado un regalo tan dulce que no puedo contener las ganas de desearte. Quiero que me llenes —Yuki miró su reflejo y vio que su expresión estaba llena de lujuria y estaba roja.
—Si ese es tu deseo, entonces no me contendré y te daré lo que quieres —Cedric dejó de masajear sus pechos y mientras se levantaba, sus manos se deslizaron por su costado hasta llegar a sus caderas. Las sujetó firmemente—. Si puedes mantener los ojos abiertos, podrás ver al menos hasta que alcancemos el clímax —Cedric comenzó a embestirla un poco más rápido y pudo sentir cómo su interior se tensaba.
Yuki comenzó a gemir —Cedric, yo... quiero aferrarme a ti —Estaba observando su expresión y le hacía sentir más consciente de dónde estaban.
—¿Por qué? ¿Estás dándote cuenta finalmente de dónde estamos? Te haré mirar cómo te corres —Cedric no se detuvo y podía decir que ella iba a tener un orgasmo pronto—. Así es, mírate.