Después de que Yun Xin Er se fuera, Xiao Tian se puso nuevamente a trabajar. El tiempo pasó rápido y sin darse cuenta, ya era hora de ir a casa.
Como aún quería reconciliarse con Lin Xing Xue, Xiao Tian se dirigió a su oficina y llamó a la puerta.
Toc... toc... toc...
—Adelante. —La voz de Lin Xing Xue sonó desde el otro lado de la puerta.
—Pequeña Xue, vámonos a casa. Te llevaré en coche —dijo Xiao Tian cuando estaba frente a ella.
Lin Xing Xue, que todavía estaba trabajando, detuvo lo que estaba haciendo y miró a Xiao Tian a los ojos. No respondió porque todavía estaba enojada con él.
Desde que terminaron, Xiao Tian siempre hizo todo lo posible para reconciliarse con ella y hablarle. Sin embargo, cada vez que ella quería perdonarlo, el recuerdo de él besando apasionadamente a Yun Xin Er siempre surgía en su mente.
Cuando recordaba que él le había estado mintiendo, su corazón se volvía frío y no podía perdonarlo. —Señor, todavía tengo trabajo. Tú puedes irte a casa primero.