Mientras Xiao Tian y los demás conversaban, una hermosa dama de unos veintisiete años caminaba con elegancia hacia el centro del salón.
Todos dejaron de hablar instantáneamente y voltearon sus cabezas hacia la joven dama.
—La señorita Leng Nichang es tan bella como siempre.
—Así es.
—Si solo fuera su esposo, definitivamente sonreiría en mis sueños.
—Con tal de pasar una noche con ella, no me importaría perder diez años de vida.
—¿Cómo puede ser tan hermosa y sexy así?
—Quizá porque Dios la ama demasiado.
—Así es. De lo contrario, sería imposible que fuera tan perfecta así.
Varios hombres alabaron instantáneamente a Leng Nichang cuando la vieron caminar hacia el centro del salón.
Leng Nichang vestía un ajustado cheongsam blanco. Su cuerpo era exquisito al extremo, y su piel parecía tan suave que se rompería con un solo toque.
