En el Palacio Kunning, la Princesa Jingning estaba enseñando a la Princesa Hui An cómo disparar.
La arquería de la Princesa Hui An siempre fue consistente. Como de costumbre, falló el blanco. Después de practicar temprano en la mañana, no acertó a un solo blanco.
La Princesa Hui An arrojó el arco con exasperación. —¡Este arco no es bueno!
—Si tú no puedes hacerlo, ¿por qué culpas al arco? —dijo la Princesa Jingning con calma.
—¡Es que el arco no es bueno! ¡He acertado al blanco antes! —dijo la Princesa Hui An seriamente.
—Una vez —enfatizó la Princesa Jingning.
Además, era difícil decir si Hui An había acertado esa vez.
—¡Tu... tu jardín no sirve! ¡Es demasiado pequeño! ¡El blanco está mal!
—La Princesa Hui An encontró todo tipo de fallos. En resumen, se negó a admitir que no podía.
—Está bien, ve al jardín imperial para practicar. Es lo suficientemente grande —dijo la Princesa Jingning.
La Princesa Hui An estaba a punto de colapsar.
