—¡No hay manera de que no seas consciente de los sentimientos de mi hija hacia ti! —Katherine enfatizó mientras lo presionaba contra el estante.
Puede que se haya vuelto adicta a él, pero eso no significaba que permitiera que la lujuria la dominara completamente.
Por eso no le importó cuando falló como esposa y como descendiente de la nobleza. Pero cuando se trataba de su hija, nunca podía permitirse fallar.
Nunca.
Ni siquiera si la causa era el hombre que deseaba con cada fibra de su ser. El mismo hombre a quien prometió que le pertenecía solo para tenerlo dentro de ella.
Zed la miró pensativo. Si quisiera, podría dominarla transformándose en Kiba.
Pero no lo hizo porque había verdad en sus palabras.
Después de todo, como seductor experto, lo que más dominaba era el asunto del corazón. Así que, era obvio que se dio cuenta de que Sophia se había enamorado de este lado de su personalidad.