Mientras Kiba terminaba de susurrar detalles confidenciales, las mandíbulas de todos en la habitación se desencajaron. Observaron en silencio a Kurtis y vieron humo escapando de sus orejas.
—Esto es malo —Los ojos del Señor Harley se estrecharon.
Mientras tanto, Kiba 'malinterpretó' la tez roja brillante de Kurtis. Para asegurarle a Kurtis que no había necesidad de sentirse avergonzado ni agradecido, Kiba dijo:
—Como médico, es mi deber ayudar. Así que por favor, no sientas que me debes un favor.
—¿Deberte?! —Kurtis no podía creer las palabras que estaba escuchando. Estaban más allá de su capacidad para manejar, y su cuerpo empezó a temblar de ira.
Su ira, a su vez, alteró las leyes naturales, haciendo que el aire se transformara en una tormenta de fuego abrasadora. La tormenta consumió el contenedor en su mano, que también destruyó la invaluable píldora de Rango VIII dentro.