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Había un mausoleo aparentemente infinito en el centro del Laberinto del Infinito, cubierto con una niebla negra que olía a muerte.
Según antiguos registros, aquí los Nueve Grandes Soberanos encontraron la buena fortuna que los hizo lo que son: leyendas vivas. Naturalmente, esto se convirtió en el destino último de todos los que entraban al laberinto, especialmente los Alfas.
Desafortunadamente, el camino hasta aquí era no menos que un rompecabezas imposible, lleno de peligros que podrían destruir a los Alfas tanto en cuerpo como en espíritu.
Actualmente, innumerables pétalos de hielo volaban hacia aquí como una ventisca, formando una vista increíblemente hermosa que dejaría en vergüenza incluso al más bello paisaje natural de la Tierra.
La niebla se agitaba, sin conmoverse por la belleza. Expulsó un arco de energía negra que era suficiente para cortar todo en existencia.
Los pétalos de hielo se detuvieron en el aire, uniéndose para transformarse en la Reina del Hielo.