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En este mundo, nadie lo entendía tanto como Claudia. Por eso, ella sabía exactamente por qué la idea de convertirse en Emperador le fascinaba.
No era porque quisiera dominar el mundo, ni porque amara la sensación de tener el destino de otros en su mano.
No.
La razón era simple.
Después de convertirse en El Emperador, podría cornear a quien le placiera, ¡eso también en nombre de la justicia!
Además, era la mejor manera de cumplir su más grande sueño: robar esposas para aventuras mientras sus maridos morían de envidia y vergüenza.
—¡Ja! Claudia, ¡me malinterpretas una vez más! —dijo Kiba soltando un suspiro—. ¡La idea me fascinaba porque ayudaría a Eva a alcanzar sus sueños!
[[Por supuesto, señor. Todas sus acciones son por el bien de los demás.]] —replicó Claudia.
[[Justo como el Servicio de Placer para Esposas Ltda. fue por el beneficio de los maridos, y no para que tú pudieras follar a sus esposas.]]
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