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Stina evitó soltar un jadeo cuando sus dedos se deslizaron sobre sus nalgas, peligrosamente cerca de la grieta donde sus agujeros permanecían ocultos.
Oleadas de energía se esparcieron y movieron a través de su apretado pero suave trasero.
—¡Ooh! —Un gemido ahogado escapó de sus labios.
Cada oleada le hacía sentir su carne frotada y amasada, haciéndole pesados los párpados por el placer que proporcionaba esta caricia sobrenatural.
Ella sabía que el placer no era el propósito de sus acciones. Pues podía sentir la energía dentro de las oleadas asaltando la radiación en sus células, trayéndole alivio. Este asalto era lo que la hacía sentir acariciada, como si estuviera siendo masajeada.
Su velocidad era bastante rápida ya que apenas se quedaba en cualquier parte de su cuerpo por cinco segundos, pero su cuerpo sentía que él se tomaba su dulce tiempo, provocándola.