Con un fuerte golpe, Leabeu aterrizó a cierta distancia de la mansión. Su cuerpo de diamante estaba lleno de grietas, y se balanceaba de lado a lado mientras casi tropezaba.
—¡Duele!
Ser aplastado por un gigantesco bloque de diamante lo hizo ver estrellas en pleno día. No solo se sintió aturdido, sino que también experimentó un dolor punzante que recorría las grietas.
Suprimiendo su dolor, miró a lo lejos donde Kiba y Rita estaban conversando.
—¡Ni siquiera parecía que hubieran estado peleando hace unos momentos! ¡Estaban ambos relajados como si se estuvieran conociendo!
Leabeu pudo escuchar algunas palabras, y eso hizo que sus ojos ardieran de furia.
—¡Rita! ¡Ese tipo casi me mata y lanzó a June al mar! ¿¡Y tú estás charlando con él!? —gritó Leabeu.
—¡Ah! —Rita se asustó. Se concentró de nuevo en Kiba y dijo:
— ¡Tengo trabajo y te absorberé! ¡Espero que no te importe!