—Por favor... ¡No he hecho nada! —Leonardo lloró mientras continuaba—. ¡No tenemos ninguna animosidad para que me tomes como blanco!
—¿Ninguna animosidad? —La expresión de Kiba se volvió fría—. Intentaste asesinarme y casi la matas... y aún te atreves a decir que no has hecho nada?
¿¡Asesinarlo?!
¿¡Casi matarla?!
Los ojos de Leonardo se movieron inconscientemente hacia Tigre Rojo. Pensó en el poderoso rayo láser que lanzó hacia Zed; algo que fue bloqueado por el tigre...
—¡Esto no puede ser!
El corazón de Leonardo latía desbocado y se olvidó de respirar. Sus entrañas se soltaron de miedo.
—¡Meryl! ¡No quiero más tartas! —Alistair gritó una vez más, su cara enferma.
Leonardo podía escuchar el grito y sentir la desesperación en esas palabras. Estaba seguro de que la habilidad que Kiba usó en Alistair era algo que nunca querría experimentar.
Como si sintiera los temores de Leonardo, Kiba aclaró: