—¡Toma esto! —rugió Rufo mientras la hoja se acercaba a Kiba.
Kiba levantó la mano y con un movimiento rápido, interceptó la hoja con su pulgar e índice.
¡BOOM!
Una tempestad de energía caótica estalló, desatando un torbellino de rayos carmesíes. Las tejas se rompieron en fragmentos y los escombros danzaron en el aire en medio de la confusión.
—¡De ninguna manera!
La cara de Rufo se puso pálida de incredulidad mientras el tiempo parecía ralentizarse, su hoja atrapada entre los dedos de Kiba. Olas de presión pulsaban desde el agarre de Kiba, recorriendo la hoja.
¡CRACK!
La hoja se fracturó como el vidrio, rompiéndose bajo la presión. Rufo gritó de agonía mientras la fuerza vibraba a través de él, desgarrando su núcleo mismo.
Con un fuerte golpe, Rufo se desplomó de rodillas, su cuerpo atormentado de dolor y sangre acumulándose debajo de él.
—¿Hmm? —la mirada de Kiba se dirigió hacia Yuizi, quien se lanzó contra él con una garra apuntando a su garganta.