—Necesito otra ronda de masaje si no te importa —dijo Suzane con una sonrisa insinuante.
—Todo por una clienta —respondió Kiba, avanzando para unirse a ella para otro masaje profundo.
—Sr. Morgan —Morgan miró hacia atrás y vio a Tanya a cierta distancia. Todavía tenía una sonrisa perfecta en su rostro.
—¿Qué tal el masaje? —preguntó Tanya.
—Excelente —respondió Morgan. Al principio había estado dudoso de recibir un masaje de un masajista hombre, pero el hombre ciertamente sabía lo que hacía.
—Me alegra saberlo —Tanya expresó su deleite.
—¿Dónde está Suzane? —preguntó Morgan.
—Todavía está en su terapia de masaje —respondió Tanya.
—¿Cuánto durará? —Morgan preguntó más.
—Al menos media hora —Tanya respondió con una sonrisa—. Todo depende de Suzane.
—¿¡Tan largo?! —Morgan se sorprendió.
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—Quería que el masajista continuara su masaje, pero el masajista había declinado, diciendo que el tiempo era fijo. ¡Y su esposa estaba consiguiendo una extensión?! Esto era injusto.