—Entendido —respondió Bai Qingqing en voz alta. Giró la cabeza y vio a Curtis aparecer justo detrás de ella. Parker también había alcanzado llevando las bolsas de arena.
—Espera a que las llene —dijo Parker.
Bai Qingqing sacó la lengua y acabó tragándose un bocado de arena, lo que la hizo escupirlo ruidosamente. Se agachó y llamó, —Bebés, venid a Mamá.
Maullido~
Los cachorros de leopardo, que no se habían divertido lo suficiente, regresaron y se frotaron suplicantes contra las piernas de su madre mientras dejaban salir suaves rugidos.
Aunque Bai Qingqing no podía entender sus voces infantiles, Parker —que era de la misma especie— definitivamente sí. Les aulló de inmediato. —¡Id a jugar a otro lado!
La severidad de un padre tiende a funcionar mejor.
Los cachorros rugieron antes de huir tímidamente y con miedo hacia su mamá y esconderse detrás de ella.