—¿Qué dijiste? —gritó Ding Lijuan, iracunda, como un gato salvaje cuyo pelo había explotado, deseando poder saltar del suelo.
En los ojos de Ding Lijuan, Han Bowwen era un caqui blando que ella podía apretar fácilmente, ordenándole ir al este, y él no se atrevería a ir al oeste.
Pero ahora, este inútil tuvo la audacia de mudarse a una casa lujosa a sus espaldas, y hasta pensó en dejarla para encontrar a otra mujer que reemplace su posición; ¡eso era simplemente escandaloso!
—¡Han Bowwen, no te dejaré escapar! —gritó con furia.
¡Bang!
Al regresar del supermercado a su casa, Ding Lijuan cerró la puerta de un portazo, en un arrebato de ira, sobresaltando a Ding Liang y Guo Yueling en la sala de estar.
—Tía, ¿qué te pasa? ¿Quién te ha molestado? —preguntó Ding Liang al ver a Ding Lijuan con un rostro de disgusto.
—¿Quién más podría ser, si no tu tío, ese hombre inútil? —respondió Ding Lijuan, ardiendo de ira, y entonces les relató todo lo que Tian Hongyi le había contado.