—¡Hermano! —Los ojos de Hu Wenwen se abrieron de par en par con shock al presenciar la decapitación de Hu Biao.
Casi simultáneamente.
¡Pum!
Una espada larga y afilada la atravesó por detrás, saliendo recta por su boca.
Con una mirada de terror en su rostro, Hu Wenwen cayó de la silla de ruedas al suelo, siguiendo los pasos de Hu Biao.
Todo esto ocurrió en apenas dos o tres segundos, dejando a todos los presentes profundamente conmocionados, y les llevó un buen rato recuperarse.
Los discípulos de la Alianza Marcial se quedaron mirando con los ojos abiertos, prácticamente petrificados en el lugar.
Hu Zhenyuan observó cómo sus propios dos hijos se convertían en cadáveres justo delante de sus ojos, colapsando en el sitio.
—¡Hu Biao! ¡Wenwen! ¡Ahhhhh! ¡Malditos, voy a matarlos a todos! ¡Matarlos a todos ahhh! —Hu Zhenyuan rugió furioso, como una bestia salvaje enloquecida, cargando contra Qisha.