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Chen Xuan podía sentir naturalmente los sentimientos de Han Jingting en ese momento, así que no dijo nada más y se dio la vuelta para salir de la habitación.
Al ver a Chen Xuan irse después de ser reprendido por Han Jingting, el corazón de Ding Lijuan se llenó de orgullo.
Se sentía como si estuviera sosteniendo la Espada Imperial en su mano—bastaba una palabra suya, y todos tendrían que escucharla.
Incluso Han Jingting, su hija que alguna vez se atrevió a responderle, ahora estaba completamente a su obediencia.
Esta sensación le satisfizo enormemente a Ding Lijuan e incluso sintió cierto arrepentimiento ahora. Si hubiera sabido antes que el método de Ding Liang era tan efectivo, ¡lo habría usado antes!
Después de calmar a Ding Lijuan, esta vez fue Han Jingting quien salió de la habitación.
En el pasillo, vio a Chen Xuan apoyado contra una ventana, mirando afuera solo.
