Sara, aturdida y confundida, se levantó del suelo polvoriento, observando con recelo a la multitud que la rodeaba.Sara: (para sí misma) ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? Sus recuerdos eran borrosos, como si una neblina espesa nublara su mente. Solo recordaba un resplandor cegador, un torbellino de colores y sonidos, y luego... nada. La gente la observaba con curiosidad, murmuraban entre ellos inspeccionándola de arriaba a abajo y viceversa. Al parecer había gritado de forma repentina llamando la atención de algunas personas,algunos dejaron de prestarle atención al ver que no había pasado nada,otros simplemente no podían dejar de mirarla con cierta curiosidad. Mujer:Extranjeros (habló en lo que parecía ser Egipcio antiguo mientras pasaba a un lado de ella). Sara, con sus ojos negros como el abismo y su cabello castaño rizado, decidió buscar a sus amigos, paseaba distraídamente entre los puestos de especias, telas y objetos exóticos preguntándole a la gente y tratando de describir a los dos chicos.¿Si estaba preocupada? ¡Pues claro! y atemorizada por todo lo que había pasado y estaba segura de que los demás estaban en la misma situación que ella y por eso lo más importante era encontrarlos para poder entender esto juntos. De repente, un estruendo ensordecedor rompió la tranquilidad de la plaza. Un cortejo de carros lujosos, adornados con oro y piedras preciosas, se abría paso entre la multitud, arrastrando consigo una nube de polvo y arena. Sara, sin prestar atención a su alrededor, continuó caminando sin percatarse del peligro que se avecinaba. En un abrir y cerrar de ojos, uno de los carros, conducido por un auriga descontrolado, estuvo a punto de atropellar a Sara. La joven, con un grito ahogado, se vio obligada a saltar a un lado, esquivando por poco el impacto fatal. El estruendo de los caballos y el alboroto de la gente llenaron la plaza. Amenhotep, el príncipe de Egipto, que viajaba en el carro principal, se asomó con preocupación al ver a la joven tendida en el suelo. Amenhotep: ¡Contralto! ¡Detengan los carros! El cortejo se detuvo abruptamente. Amenhotep descendió del carro con premura y se dirigió hacia Sara, que se levantaba con dificultad, aturdida por el susto. Amenhotep: ¿Estás bien, jovencita? ¿Te ha hecho daño? Sara, aún temblorosa y con el corazón palpitando a mil por hora, solo pudo negar con la cabeza. Sara: (en voz baja y temblorosa) No... Estoy bien... Amenhotep: No te preocupes, estás a salvo. Soy el príncipe Amenhotep, hijo del faraón Sneferu. ¿Cómo te llamas? Sara: Sara... Amenhotep: Encantado de conocerte, Sara. Permítame que le ayude a levantarse. Amenhotep tomó la mano de Sara con delicadeza y la ayudó a ponerse de pie. La joven, al sentir el contacto cálido y firme de su mano, se sintió inexplicablemente segura y protegida. Amenhotep: ¿Dónde está tu familia? ¿Hay alguien que pueda venir a buscarte? Sara: No... Estoy sola. No soy de aquí. Amenhotep: ¿No eres de aquí? ¿De dónde vienes entonces? Sara: De muy lejos pero no... No lo recuerdo muy bien... Amenhotep: No recuerdo... ¿Qué quieres decir? Sara: Solo recuerdo un destello de luz, un torbellino de colores y sonidos... y luego... nada. Amenhotep, intrigado por la historia que contaba Sara, decidió mantener el silencio ya que pensaba que había sufrido un golpe serio . Amenhotep: No te preocupes, Sara. Te llevaremos al palacio. Allí serás atendida por un médico real y tendrás todo lo que necesitas. Sara: ¿El palacio? Pero... ¿no tengo dinero para pagar ese servicio... Amenhotep: No te preocupes por eso. Serás mi invitada de honor. No creo que nadie se niegue. Tranquila.Sara, aún incrédula, no pudo negarse ante la insistencia del príncipe. Subió al carro junto a Amenhotep, mientras la multitud la observaba en un silencio que no duraría mucho. En el camino hacia el palacio, Amenhotep conversó con Sara, intentando calmar su ansiedad y conocer su historia. Amenhotep: ¿De dónde vienes, Sara? ¿Cómo llegaste a Egipto? Sara, con la mente aún nublada por la confusión, solo pudo responder con fragmentos de recuerdos inconexos. Sara: No lo sé... No recuerdo... Un portal... Un viaje... Amenhotep: Un portal... ¿Un portal mágico? Sara: No sé... Solo sé que no pertenezco a este lugar. Amenhotep alzó una ceja convencido de que la joven se había hecho daño de verdad,por eso,apuró a su caravana con deseos de llegar lo antes posible a palacio. Tomó una copa de agua y se la ofreció a Sara. Amenhotep: Bebe esto, te ayudará a calmarte. Sara: Gracias, príncipe. Sara tomó la copa con manos temblorosas y bebió un trago de agua fresca. Amenhotep: ¿Te encuentras mejor ahora? Sara: Sí, mucho mejor. Gracias por su preocupación. Amenhotep: De nada, Sara.Es mi deber asegurar tu bienestar. En silencio, Amenhotep observaba a Sara, tratando de descifrar el misterio que la rodeaba. Sus palabras sobre un portal y un viaje mágico resonaban en su mente. ¿Sería verdad lo que decía? ¿O era solo una invención producto del susto? Amenhotep no podía evitar sentirse intrigado por la joven extranjera. Su belleza, su inteligencia y su aura de misterio lo atraían cada vez más. El carro continuó su camino hacia el palacio, dejando atrás las calles abarrotadas de gente y adentrándose en la majestuosidad de la ciudad. El carro de Amenhotep se detuvo con un chirrido frente a la imponente entrada del palacio real. Sara, aún conmocionada por el casi atropello y con el rostro cubierto de polvo, observó con asombro la majestuosidad del lugar que la rodeaba. El palacio era una construcción colosal, erigida sobre una plataforma de piedra caliza blanca y adornada con relieves dorados y coloridos. Columnas altas y esbeltas se elevaban hacia el cielo, sosteniendo un techo plano y decorado con vigas de madera noble. La entrada principal era un arco triunfal flanqueado por dos estatuas de gatos gigantes, con las fauces abiertas como si estuvieran protegiendo el acceso al interior. Sara nunca había visto nada tan grandioso en su vida. Se sentía como una pequeña hormiga en comparación con la inmensidad del palacio. Amenhotep descendió del carro con paso firme y tomó la mano de Sara para ayudarla a bajar. Amenhotep: (en egipcio antiguo) Bienvenida al palacio, Sara. Sara: (en egipcio antiguo) Es... es increíble. No sé qué decir. En ese momento, un grupo de nobles egipcios, vestidos con túnicas blancas y coronas de oro, se acercó al carro. Un hombre de aspecto bastante mayor y noble, con una barba ligera y de tintes blancos, se adelantó y se dirigió a Amenhotep.Hombre mayor: (en egipcio antiguo) ¡Su Alteza, el príncipe Amenhotep! ¡Ha regresado sano y salvo! Amenhotep: (en egipcio antiguo) ¡ General Nefertem! Me alegra verlo. He estado ansioso por regresar a casa. Nefertem: (en egipcio antiguo) Y nosotros aún más por tenerlo de vuelta alteza (Los dos hombres se abrazaron bastante alegres, era como ver a un padre reunirse con su hijo al que no había visto durante mucho tiempo). Se te ha extrañado muchacho, creía que no volvería a verte antes de reunirme con tu madre, mi querida hermana en el reino de Anubis.Amenhotep: Se siente bien estar de vuelta, ya casi había olvidado lo que sentía al estar aquí y me alegra que cada rincón de Egipto me haga recordar (Se miraron con felicidad mientras compartían un asentimiento de cabeza y se soltaban de su abrazo). ¿Cómo están todos? Nefertem: Las cosas estuvieron tranquilas durante un tiempo, pero ya conoces a tu hermano. Ese condenado no puede estarse quieto. Ya te enterarás ahora que te instales, pero antes de entrar, permítame que le presente al comité de bienvenida. Cortesía de la reina. Amenhotep: Por supuesto. Nefertem hizo un gesto con la mano y un grupo de hombres y mujeres de alto rango se acercaron al carro. Nefertem: (en egipcio antiguo) Estos son los miembros del comité de bienvenida. Se encargarán de darte la bienvenida oficial al palacio y de guiarte a tus aposentos. Amenhotep: (en egipcio antiguo) ¿No puedo negarme a esto? ( Le susurró con un ligero tono de sufrimiento a su tío, quien negó con una sonrisa de pena) En ese caso, encantado de conocerlos. Los miembros del comité de bienvenida se inclinaron ante Amenhotep con reverencia. Miembro del comité 1: (en egipcio antiguo) Es un honor tenerlo de vuelta en el palacio, Su Alteza. Miembro del comité 2: (en egipcio antiguo) Esperamos que su viaje haya sido fructífero. Miembro del comité 3: (en egipcio antiguo) El faraón Sneferu y la reina se encuentran ansiosos por verlo. El joven príncipe no sabía si creer esas últimas declaraciones, pero sencillamente alzó los hombros y acepto todo lo que decían. Amenhotep: (en egipcio antiguo) Gracias por su cálida bienvenida. Estoy seguro de que mi viaje ha sido de gran provecho para el reino. En ese momento, los miembros del comité de bienvenida observaron a Sara, que se encontraba junto a Amenhotep, con el rostro cubierto de polvo y la ropa sucia. Miembro del comité 1: (en egipcio antiguo) (en voz baja) ¿Quién es esa joven que acompaña a Su Alteza? Miembro del comité 2: (en egipcio antiguo) (en voz baja) No la reconozco. Parece una simple campesina. Miembro del comité 3: (en egipcio antiguo) (en voz baja) ¿No será inapropiado que una joven de esa clase entre al palacio? Amenhotep, al escuchar los murmullos del comité, se dirigió a ellos con firmeza. Amenhotep: (en egipcio antiguo) Esta joven es invitada mía y será tratada con el respeto que merece. Los miembros del comité de bienvenida se quedaron en silencio, sorprendidos por la contundencia de las palabras del príncipe. Amenhotep: (en egipcio antiguo) Ahora, permítanme que lleve a Sara a los aposentos del médico real. Necesita atención médica después del accidente que ha sufrido. Nos vemos tío. Amenhotep ignoró las miradas de desaprobación del comité y tomó la mano de Sara para conducirla hacia el interior del palacio. Un guardia se acercó a Amenhotep haciendo una reverencia y le susurró algo al oído. Amenhotep: (en egipcio antiguo) (con tono serio) Perdóname. Debo ir con mi padre ahora mismo. Pero no te preocupes iré a buscarte de inmediato. ¿Puedes llevarla con el Sumo Sacerdote por mí? (le dijo al guardia, quién asintió y miró a Sara para que lo siguiera).