La Maldición del Faraón

El sol caía a plomo sobre las doradas arenas de Giza, mientras un grupo de estudiantes de arqueología, guiados por el experimentado profesor Ahmed y un guía local, se adentraban en las imponentes pirámides. Sara, Eric y Étienne, tres amigos apasionados por la historia y la egiptología, formaban parte de la excursión. Sara, la más joven del grupo, era una apasionada de la egiptología. Desde pequeña soñaba con caminar por las mismas calles que los faraones y descifrar los jeroglíficos que narraban sus historias. Eric, por otro lado, era un apasionado de la historia en general. Le fascinaban las batallas, las intrigas políticas y las grandes civilizaciones del pasado. Étienne, el mayor del grupo, era un estudiante más reflexivo. Le atraía la espiritualidad del antiguo Egipto, sus dioses y sus creencias. Ahmed, con su voz grave y llena de experiencia, narraba historias fascinantes sobre los faraones, las momias y los tesoros que yacían ocultos en las profundidades de las pirámides. Los estudiantes escuchaban con atención, sus ojos brillaban con curiosidad y emoción.-"¡Miren!" - exclamó Ahmed señalando hacia un pasaje oscuro que se abría en la pared. -"Según la leyenda, este pasaje conduce a la cámara funeraria del faraón Sneferu." Un escalofrío recorrió la espina dorsal de los tres amigos. La idea de adentrarse en la tumba de un faraón milenario les llenaba de una mezcla de intriga y fascinación.-"¿Podemos entrar, profesor?- preguntó Sara con voz temblorosa pero con cierta emoción.-"Por supuesto,sólo pueden hechar un vistazo"- respondió Ahmed,al recibir una afirmación por parte del encargado y guía .-Pero tengan cuidado. La tumba está llena de trampas y peligros - les advirtió el local con cierta mofa - Sólo pueden mirar desde la entrada,no se adentren - volvió a decir mientras le explicaba al resto unos jeroglíficos dibujados en la pared. Con el corazón latiendo con fuerza, Sara, Eric y Étienne se acercaron al oscuro pasaje. La luz de las linternas apenas penetraba en la oscuridad, y el aire era frío y húmedo. A medida que avanzaban, un silencio sepulcral reinaba en la tumba. -¡Oigan eso! - susurró Étienne de repente. Un sonido metálico resonó en las profundidades de la tumba. Los tres amigos se miraron con terror.- ¡Muy bien, es hora de irse, ya he visto suficiente! - indicó un asustadizo Eric advirtiendo el peligro. Pero era demasiado tarde. Algo hizo que Sara se tropezara con sus propios pies causando que los tres cayeran al interior de la cámara, pero lo peor sucedió exactamente al instante. La entrada del pasaje se derrumbó con un estruendo ensordecedor, atrapándolos en la oscuridad de la tumba.se encontraban atrapados en la tumba del faraón Sneferu, separados del grupo y sin forma de salir. El miedo se apoderaba de ellos mientras sus linternas apenas iluminaban la densa oscuridad.-¿Chicos,están bien? - La voz del profesor parecía atravesar las gruesas paredes con esfuerzo.-¡Estamos bien!- respondieron los tres.-Nada nos quita el susto,pero todo bien- añadió Eric iluminando la pared sellada como si fuera el rostro del profesor.-¡Menos mal que están bien!- dijo Ahmed:- la ayuda vendrá enseguida Eric,el guía dice que no deben tocar nada, volverá en nada. No debéis preocuparos. La voz del profesor Ahmed ya no se escuchaba, y la incertidumbre se apoderaba de ellos. De repente, un crujido resonó en la tumba. Eric tropezó con algo y cayó al suelo. Al intentar levantarse, su mano se posó sobre una extraña marca en el suelo. La marca brillaba con una luz tenue y emanaba una energía extraña. En ese mismo instante, un resplandor cegador los envolvió a todos. Un torbellino de colores y sonidos los azotó, y cuando la luz se disipó, se encontraron en lugares completamente diferentes. Sara se encontraba en una bulliciosa plaza del antiguo Egipto. El aroma a especias y el sonido de las voces la rodeaban por completo. Un grupo de personas vestidas con túnicas blancas la observaban con curiosidad. Étienne, por otro lado, se hallaba en el interior de una pirámide. La oscuridad lo rodeaba por completo, solo iluminada por la tenue luz de su linterna. Un silencio opresivo reinaba en el lugar. Eric se encontraba en un oasis en el desierto. El sol caía a plomo sobre él y la arena se colaba entre sus pies descalzos. Un camello y un grupo de nómadas lo observaban con atención. Los tres amigos estaban confundidos y desorientados. No entendían que acababa de pasar..