14 años antes...
Una pequeña niña caminaba por el bosque intentando captar cada parte de aquel lugar, cada detalle, cada movimiento. Todo eso era cautivante para la pequeña.
Su mirada siempre era pacífica, aquellos ojos con heterocromía eran hermosos, su mirada transmitía tanta tranquilidad que hasta los propios humanos podían sentir paz.
—¡Maya! —Gritó su madre, mientras la seguía por detrás, tratando de seguir el paso de su hija.
—¡Mamí! —La pequeña gritó con euforia. Un sonido atravesó los oídos de Maya haciendo que prestara atención a aquello que se movía.
Un gran árbol se tambaleaba constantemente, parecía que un gran animal intentaba tirarlo y para su mala suerte así era.
—¡Maya! —Gritó de nuevo, pero ahora se notaba el miedo en su voz.
Un gran oso se aproximaba a la pequeña niña que solo lo veía con cara emoción y felicidad, para ella los animales no eran un problema o algo a lo que tenía que tenerle miedo, en cambio a eso, era lo más fascinante que podía presenciar en su vida. Él oso gruñía y sus ojos negros hacían que la situación pareciera más tenebrosa.
Los ojos de la pequeña comenzaron a brillar, los colores violeta y azul, en los orbes de sus ojos comenzaron a tornarse más intensos. Él oso la observó con detenimiento y después de unos segundos se recostó frente a ella, lamió su rostro y no pudo evitar restregarse contra la pequeña niña.
La madre de la pequeña estaba sorprendida, aquel oso no la había atacado, ahora podía comprender lo que su pequeña niña podía hacer. Desde que la tuvo a su lado sabía que iba a ser alguien especial y justo ahora pudo comprobarlo.
Aún así, su madre sabía que las personas eran crueles y muy manipuladoras, si alguna persona se enterase de esto podían aprovecharse de ella. No podía imaginar a su niña siendo presa de otras personas.
—Maya. —Habló de nuevo, su tono ahora era delicado y se acercaba a su niña con tanta emoción.
—Mamí. —Sonrió la pequeña feliz. —¿Verdad que es lindo? —Miró al oso. —Creo que debe irse, papá lo encontrará. —La pequeña Maya volvió a mirar al oso con sus ojos brillantes y este solo le lamió la cara para marcharse después.
—Maya, mantén oculto lo que hiciste.
—¿Por qué? —La pequeña miró confundida a su mamá.
—Es peligroso para ti, tienes un don muy grande, debes cuidarlo, no se lo debes mostrar a nadie.
—¿Ni a papi? —La pequeña no podía ocultar su confusión, aún era tan inocente.
—Ni a papi. —La madre abrazó a su hija.
Sabía lo que significaba permanecer en esa familia tan cruel y las consecuencias que le traerían a sus hijos, su madre sabía que su pequeña Maya no iba a ser feliz, al menos no por un tiempo.