En el instante en que la joven recepcionista estaba a punto de plasmar su majestuosa pluma en el registro de nuevos miembros, un pensamiento la detuvo en seco, mientras Dairo la observaba expectante.
—¡Un momento, ese nombre me resulta familiar! —exclamó la joven.
Sin demora, extrajo un voluminoso libro con una imponente 'O' en la portada, lo abrió y comenzó a deslizar su dedo por las páginas, murmurando los nombres que repasaba en cada una de ellas.
—¡Ajá, lo sabía! —exclamó triunfante la recepcionista—. Odriasson, Dairo Odriasson, el vástago de la gran leyenda, el Mago Odrias Minjerson.
Dairo se quedó en silencio por un instante, procesando la revelación, y finalmente respondió:—Así es —confirmó el impostor Dairo, esbozando una incómoda sonrisa. "¿Acaso ya estoy registrado? Bueno, al menos eso ya está resuelto", pensó.
—¡Ah! —De repente, la recepcionista lanzó un grito que congeló de nervios a Dairo—. Pero aquí dice que usted está dado de baja por muerte —dijo, mientras seguía leyendo el registro—. Murió en la batalla contra el Lord Dragón del Este hace tres años, según indican los registros.
—Oh, vaya —dijo Dairo, nervioso—. Verá, señorita, ese mismo día al final no fui a la batalla —intentó disimular los nervios por mentir; no le gustaba mentir, de hecho, nunca había tenido la necesidad de hacerlo—. Tuve un llamado para ir a ayudar a otro reino y al final tuve que retirarme antes. Mis notificaciones nunca llegaron por culpa de un barquero borracho que nunca estuvo entregando mi correspondencia.
—Vaya —responde la joven rubia mientras analiza—, eso responde muchas cosas. Cielos, señor Dairo, qué pena por usted, pero lo importante es que está aquí y no pereció. Mi hermana mayor me dijo que esa batalla con el dragón fue un auténtico suicidio. Nadie regresó, ni sus restos.
—Eso me contaron —dice Dairo, desviando la mirada hacia otro lado.
La recepcionista sonríe aliviada y luego dice:
—Mi nombre es Rose Romanson, por cierto —dice la joven mientras hace una reverencia.
—Encantado, Rose. Qué hermoso nombre —responde Dairo, haciendo él también una reverencia, imitando sus modales y los elogios que había aprendido de los libros de literatura que Brigitte le había traído.
Rose se sonroja un poco y dice:
—Mi hermana se va a poner muy contenta. Bueno, de hecho, muchos se pondrán contentos aquí. Yo solo he escuchado sobre usted, ya que solo llevo menos de un año en este pueblo ayudando a mi hermana a administrar el gremio.
"Así que aquí hay gente que conoció a Dairo", piensa el dragón. "Eso significa que Dairo venía de este pueblo. Eso es muy conveniente. Tal vez estos humanos me puedan ser de utilidad. Tengo que sacar más información".
—¿Quién es tu hermana? —pregunta Dairo.
—Brunhilda Romanson. ¿Le suena?
"Claro que no", piensa Dairo. Finalmente, dice:
—Brunhilda , claro que sí me suena. Debí haberlo supuesto por el apellido. Qué recuerdos me trae. Espero verla pronto —dice Dairo, tratando de dar su mejor actuación.
—Qué forzado te ves —dice Brigitte, escondida en el techo, en voz baja, confiando en los oídos agudos de Dairo.
"¿Qué sabes tú?", piensa Dairo para sus adentros después de escuchar a Brigitte. "En fin, creo que la suerte me sonríe. Tal vez no empezaré desde cero después de todo".
—Creo que tendrá que empezar desde cero —dice Rose con pena.
—¿Desde cero?
—Sí, señor Dairo, me apena mucho decirlo, pero ha estado tres años inactivo y las licencias se renuevan todos los años. Tendrá que volver a sacar una licencia, lo cual no es problema; lo puede hacer desde el gremio. También tendrá que volver a subir de nivel, lo cual tampoco es problema; eso usted sabe que es mediante un examen de capacidades. Pero ahora lo que más urge primero es hacer los papeleos para retractar el registro de su muerte en el reino para poder hacer todo lo demás.
"Rayos, estoy donde empecé", piensa Dairo.
—Bueno —dice Rose mientras cierra el libro y lo deja donde lo encontró—, debe estar exhausto. Le puedo ofrecer una noche a cuenta de la casa en nuestra posada.
—Pues, bien, muchas gracias, Rose. Acepto con buen gusto su cortesía —dice Dairo con un inconsciente aire de galanura mientras la mira a los ojos que hace sonrojar de nuevo a Rose, mientras ella juguetea nerviosa con un mechón de su cabello rubio.
—Mira al conquistador, apenas unas horas de humano y ya estás haciendo cortejos de apareamiento —susurra Brigitte, algo molesta. No obstante, Dairo, algo desconcertado, finge no haber oído su comentario y sigue conversando con Rose, mientras Brigitte los observa haciendo pucheros.
Una vez que Dairo se acomodó en la habitación, pudo escuchar tras la puerta a Rose diciendo:
—Si necesita algo más, por favor no dude en avisarme —manifiesta Rose amablemente—. En breve tocaré a su puerta para llevarle una cerveza de bienvenida.
—Está bien, muchas gracias, señorita Rose —responde Dairo desde el otro lado de la puerta, mientras se sienta en la cama.
La pequeña hada Brigitte vuela hacia la mesa y se posa en el borde, preguntándole en voz baja:
—¿Cuál es el siguiente paso, señor Dairito? —interroga Brigitte, con un tono burlón mezclado con una pizca de celos.
—Tengo que ser cortés con la humana, Brigitte —se explica Dairo, tratando de entender la burla de Brigitte—. Sabes que no me agradan los humanos, pero si no soy cortés, van a sospechar. Además, mis relaciones diplomáticas y mi posición como hijo de Odrias me van a servir para que me ayuden a llegar hasta el rey Mardos.
—Está bien, está bien. Te creo —dice Brigitte, rindiéndose en la discusión—. Bueno, como te seguía preguntando, ¿cuál es el siguiente paso?
—Por ahora, buscar la forma de ganar un poco de dinero. No tengo muchas monedas —responde Dairo, para luego recostarse en la cama—. Creo que aquí las llaman arquen.
—Eché un vistazo a la tabla de precios y, al menos, una estadía aquí cuesta cinco arquenes —comenta Brigitte—. ¡Ah! Pero no tienes licencia para hacer misiones. Y como estás "muerto", tampoco podrás cobrar una recompensa de categoría civil.
—Dinero, dinero, dinero, todo es dinero aquí. Estos insensatos humanos y su tendencia a complicar las cosas. Son los únicos seres que trabajan para subsistir —añade Dairo con cierto tono de desdén—. ¡Ah! Tengo sed. ¿Cuándo llegará esa susodicha cerveza?
Justo entonces, alguien llama a la puerta.
—¡Por fin! Debe ser la humana con mi cerveza. A ver qué tal es esa bebida que les gusta a los humanos —comenta Dairo en voz baja para que no se oiga.
—Me guardas un poco —dice Brigitte.
Tan pronto como abre la puerta, aparece una cara familiar que lo mira alegremente: —¡Dairo!El humano dragón cierra la puerta de golpe, casi a la velocidad del sonido, dejando sorprendida a la hada.
—¿Qué pasa? —pregunta Brigitte.
—¡Es Úrsula! —responde Dairo en voz baja, un poco nervioso—. Parece que conoce al hijo del mago. ¿Ahora qué voy a hacer? No esperaba encontrármela.
—¡Vaya! Esto será divertido, Dairito —comenta Brigitte sonriendo con cierta malicia.
De nuevo la joven aventurera toca la puerta y el dragón impostor, tras tomar un profundo respiro, decide abrir nuevamente la puerta, encontrándose con una Úrsula visiblemente enfadada.
—¡Oye! ¿Qué te sucede? No nos hemos visto después de tres años y lo primero que haces es cerrarme la puerta en la cara.
—Lo siento —se disculpa Dairo—, es que pensé que no estaba presentable. ¿Cómo has estado, Úrsula?
El rostro de Úrsula pasa de enojado a feliz al reencontrarse con su viejo amigo, y le dice:—Vamos, no seas tonto, y abraza a tu aprendiz.
De inmediato, Úrsula abraza a Dairo, y él corresponde torpemente el abrazo. "¿Desde cuándo Úrsula huele tan bien?", se pregunta, mientras experimenta un torbellino de sensaciones en su recién adquirido cuerpo humano. La calidez del cuerpo de Úrsula alborota el cuerpo recién adquirido del dragón. Casi por impulso natural, siente que la reacción que está experimentando su cuerpo, sobre todo una rigidez en la parte que define su masculinidad, no debe ser notada por ella, así que lentamente se va separando. Úrsula se ríe, pensando que lo hace por su siempre acostumbrada timidez.
"¿Qué diablos fue eso?"— Piensa Dairo, confundido.
—Ja, ja, siempre tan tímido. Llegando acá, Rose me lo contó todo. En serio, qué alegría que estés con vida —dice Úrsula con mucha nostalgia mientras se le quiere escapar una lágrima y se le quiebra la voz.
El dragón se siente sorprendido; nunca había visto ese lado de Úrsula tan sensible. Siempre la recordaba con una cara agresiva, apuntándole con la espada y con amenazas de muerte. Úrsula continúa hablando:
—Pensé, bueno, muchos pensamos que habías muerto en el Este hace tres años, en la batalla con el dragón. ¿Dónde has estado, ingrato?
—Yo... —Dairo piensa por un momento—. Viajé al otro continente. Estaba en deuda con ese reino lejano y debía ir a ayudar. Mis cartas nunca llegaron porque el barquero a cargo resultó ser un viejo borracho que me estafó.
—Con razón te siento tan distinto: tu forma de hablar, tus expresiones, son muy diferentes a como las recordaba. Bueno, yo antes era una chiquilla preparándose para ser aventurera. Yo también siento que he cambiado —dice Úrsula, evocando sus recuerdos.
Por otro lado, Dairo se mantiene alerta. Lo que Úrsula ha dicho es verdad: él no se mueve ni se expresa como el verdadero Dairo, porque no lo es. En realidad, es el dragón que ha tomado la apariencia del joven hijo del mago. Incluso su mirada fiera y sus ojos vivaces delatan un poco su naturaleza sobrenatural. ¿Cómo se comportaba el verdadero Dairo? ¿Estará haciéndolo todo mal?
—Oye, tengo una idea. Vayamos afuera un rato a practicar con la espada. Por cierto, ¿y tu espada? ¿Y tu armadura? —pregunta Úrsula, extrañada.
—En realidad, he regresado un poco pobre; es una larga historia. Por eso lo primero que hice al llegar fue ir al gremio para buscar más misiones —explica Dairo.
—No me digas que te han asaltado en el camino al pueblo.
—Jeje, no, no ha sido eso —dice Dairo, recordando a unos bandidos en el camino que intentaron atacarle pero huyeron con el rabo entre las piernas en cuanto vieron a su líder volando en el cielo como un muñeco de trapo por el puñetazo seco de Dairo, quien aún no modula bien su fuerza sobrehumana.
—Bueno, en resumen —dice Dairo, un poco resignado—. He estado gastando mucho dinero para poder regresar al pueblo y no puedo ganar dinero ya que, por mi larga ausencia, he sido declarado muerto y los muertos no pueden cobrar recompensas.
—Es verdad, qué pena —Úrsula, pensativa, de repente se le ocurre algo—. Pero tu padre te puede ayudar. Él tiene mucha influencia. ¿Ya lo fuiste a ver?
—Mi padre... —murmura Dairo.
"¿Y ahora qué hago?", piensa el dragón. "¿Será pertinente decirle que Odrias está muerto? No quiero quedarme todo el día respondiendo preguntas e inventando respuestas".
Justo en ese momento, alguien toca la puerta.
"¡Salvado por la puerta!", piensa Dairo, aliviado.
—Finalmente, mi cerveza. No sé por qué, pero ahora siento más la necesidad de darle un sorbo —comenta Dairo, aliviado de poder terminar la conversación. Abre la puerta, pero no es Rose.
—¡Ajá! ¡Yo lo sabía! —dice la mujer detrás de la puerta al ver a Dairo.
Era una mujer rubia, muy alta y de atlética figura, que inmediatamente abraza a Dairo con mucha fuerza, apretujándolo—. ¡Mi querido amigo Dairo! —pero la sonrisa de la mujer luego se invirtió—. ¿Dónde rayos has estado, idiota? ¡Tienes muchas cosas que hacer aquí! —dice mientras aprieta a Dairo con sus músculos, logrando ponerlo un poco morado.
"Esta mujer no es normal", piensa Dairo mientras trata de soportar.
—¡Brunhilda ! —dice finalmente Úrsula—. Ten piedad, el pobre ha llegado sin un varo y con muchas cosas que hacer.
"Así que ella es la hermana de Rose, Brunhilda ", piensa Dairo. "Que fuerte es."
Brunhilda , la auténtica administradora del gremio y hermana mayor de Rose, corrió a gran velocidad en cuanto se enteró de que Dairo había regresado. Rose había mandado a un niño que estaba jugando afuera a buscarla con una nota.
—Lo sé —dice Brunhilda mientras lo suelta—. Pero ahora no te preocupes por eso, alguien va a venir pronto a resolverlo. —Brunhilda vuelve a dirigir su mirada a Dairo y le toca el hombro con una palmada—. Cielos, Dairo, siempre te metes en líos, pero esta vez te pasaste.
—Perdón, señorita Brunhilda , qué agradable sorpresa me ha dado volverla a ver, por cierto —dice Dairo amablemente, esperando que su actuación sea convincente.
—¿Ah? —dice Brunhilda con un gesto de que le dio repelús lo que dijo Dairo—. ¿Qué rayos te pasa? ¿Desde cuándo me has tratado de usted? ¿Estás bien, amigo?
"¡Rayos! Metí la pata", piensa Dairo. "¿Eso significa que tampoco debía tratar de usted a Rose? No. Eso es diferente, se supone que Dairo recién la conoció. Pero los amigos… tengo que ser más informal con los amigos…"
Pero mientras Dairo sigue analizando, Brunhilda lo toma del hombro para formar un abrazo lateral.
—¿Qué te ha pasado durante tu viaje? No me vuelvas a hablar así o te voy a romper esa linda nariz —dice Brunhilda mientras acerca su cara contra la de él, haciendo ademán de querer juntar sus labios contra los de él, pero solo para avergonzarlo.
—¡Estás demasiado cerca, Brunhilda ! —exclama Dairo, nervioso—. ¡Disculpa! Fue una broma.
—Eso está mejor —dice Brunhilda con una gran sonrisa. De nuevo lo vuelve a abrazar, pero ahora Dairo siente que es distinto—. Eres un tonto —la voz de Brunhilda ahora tiene un tono más apagado—. No sé qué es lo que pasó, pero ya estás acá y eso es lo que importa. No importa qué sucedió. Cuando estés listo nos contarás.
Dairo instintivamente recibe el abrazo. "¿Qué es este sentimiento? Mi cuerpo reacciona ahora diferente, no como pasó con Úrsula, es algo distinto. ¿Será por el sentimiento que está transmitiendo esta mujer?" —piensa el dragón.
—Es bueno volverte a ver, Brunhilda —dice él finalmente—. Prometo explicarles todo a su debido tiempo. Pero ahora necesito de su ayuda para poder invertir mi registro de muerte en el reino.
—Sí —dice Brunhilda —. Justo de eso te quería hablar…
En eso, Brunhilda es interrumpida porque vuelven a tocar la puerta.
—Por fin, esa sí debe ser mi cerveza —dice el exhausto joven mientras vuelve a abrir la puerta.
Pero no era Rose nuevamente, sino un hombre regordete de mayor edad y algo elegante, sosteniendo un maletín en un brazo mientras se limpia el sudor de la frente con un pañuelo.
—Él es a quien les dije que llamé. Justo me lo encontré en el bar y me escuchó exclamar que Dairo estaba vivo. Resulta que es el abogado de tu padre, Dairo. También vive en este pueblo. Le conté todo lo que me informó Rose en su nota.
"Qué conveniente, solo falta que el rey también viva en el pueblo para no tener que ir hasta la capital" —piensa Dairo. "¿Qué clase de pueblo es este? Ahora que lo pienso, es un pueblo muy grande".
—Las últimas cinco palabras se me escaparon —añade Dairo, notando su error.
—Sí, bueno, señor Dairo, ya sabe, el pueblo ganó popularidad porque aquí nació su padre y gracias a eso fue creciendo, seguro muy pronto lo nombrarán ciudad —dice el señor regordete con una sonrisa—. En fin, ¡cuánto tiempo, Señor Dairo! Los caminos de la diosa Emir son increíblemente asombrosos, no lo he visto desde que era un niño y seguramente no me recuerda. Así que, de todas formas, me presento: como dijo aquí la señorita, soy el abogado de su padre. Mi nombre es Saulo Fergunson y esta mañana llegó a mis manos, desde una notaría, la carta de defunción de su padre Odrias. Lamento darle estas noticias después de su regreso al pueblo, mis condolencias.
—¿El señor Odrias ha muerto? —sin querer, las chicas preguntaron al unísono, sorprendidas, inmediatamente ven a Dairo y tratan de darle consuelo.
—Lo siento mucho, Dairo —dice Úrsula mientras le pone la mano en el hombro con mucha delicadeza.
—Tu duelo es nuestro duelo. Aquí todos somos familia —añade Brunhilda , apoyando su cabeza sobre el otro hombro de Dairo.
En ese momento, Dairo intuye que el mismo mago fue a dejar la carta antes de ir al este a enfrentarlo cuando todavía era un dragón. "Así que querías dejarlo todo concluido. Odrias", piensa.
—En resumen, señor, mi joven señor, estoy triste por mi viejo amigo pero a la vez contento por usted de que su padre se haya rehusado a registrar su fallecimiento desde que desapareció, porque ahora usted es su único heredero.
—No estoy registrado como muerto? —pregunta Dairo con grato asombro—. Pero el gremio...
—Acerca de eso… Yo pensé que ya te habían registrado como muerto, por eso desde hace dos años recién le di de baja a tu registro —aclara Brunhilda , algo apenada, mientras se acaricia la nuca con la mano—. Perdón, ahora lo voy a cambiar. Pero igual tendrás que adquirir una nueva licencia.
—¿Por qué no lo habrá registrado hasta el día de su muerte? —se pregunta Úrsula—. ¿Será que tenía esperanzas?
—Creo que era más por evadir la realidad —responde el abogado con un aura de pena—. El señor estuvo muy decaído y ya no quería saber nada del mundo. No es de mi incumbencia, señor. Pero debió tener comunicación con este reino, su padre seguro dejó este mundo pensando que usted ya no estaba entre los vivos.
Un silencio invade la habitación.
—Disculpe el atrevimiento, es que yo estimaba mucho a su padre —dice Saulo para romper el hielo.
—No, está bien. Tiene toda la razón —dice Dairo, tratando de apaciguar el ambiente.
—Como le continuaba diciendo, es mi deber entregarle todas las propiedades y bienes de su padre. Así que, por favor, permítame usar su mesa un momento mientras abro mi maletín.
Inmediatamente, el abogado se dirige a la mesa y mientras abre el maletín continúa hablando.
—Antes que nada, por favor lea y firme este contrato para poder seguir siendo el abogado de la familia y poder ayudarle en las inversiones, mantenimiento de propiedades y contabilidad, como hacía con su padre. A continuación, le presento, para que tenga conocimiento, todos estos papeles que son copias certificadas de los títulos de sus propiedades; por supuesto, las originales se encuentran en el banco junto con su dinero —dice Saulo inmerso en su palabrería mientras inunda de papeles al confundido Dairo—. Y finalmente, señor Dairo, en este papelito le muestro la suma de toda su fortuna.
—¡Por el rey de las hadas! —grita Brigitte, apareciendo de la nada y espantando a todos, menos a Dairo—. ¡Es demasiado!
—¡Ah! ¿Y tú de dónde saliste? —exclama Úrsula, sorprendida.
—¡Brigitte! —reprende Dairo al hada, pues el plan era que ella le ayudara desde las sombras, pero ahora se ha expuesto ante los presentes.
—Ay, lo siento, es que hace tiempo que no como decentemente —dice Brigitte, mientras choca sus dedos índices.
—¿Es tu amiga, Dairo? —pregunta Úrsula.
—Sí, es una larga historia, pero es confiable —responde Dairo—. Estaba escondida porque es tímida.
—¡Pero qué muñequita tan curiosa! —exclama Brunhilda mientras se acerca a Brigitte. El hada se aleja con cada movimiento que hace Brunhilda para acercarsele.
"Mejor me hubiera callado", piensa Brigitte mientras está evadiendo a la curiosa Brunhilda.
—Como seguía diciendo —continúa el abogado—, el señor Odrias, a pesar de que estaba todo el tiempo en la capital, tenía una casa de descanso en el pueblo. Creo que es pertinente que vaya a instalarse allá, ya que ahí están también sus pertenencias, señor Dairo.
—No sé si deba aceptar todo esto —el dragón aún se siente culpable por su pasado con el hijo real del mago. No solo ha suplantado la identidad de Dairo, sino que ahora se quedará con todo lo que ellos forjaron con tanto esfuerzo. No le parece justo.
Úrsula se acerca despacio a Dairo y lo toma del hombro con tacto:
—Escucha, sé que te sientes mal por haber estado tan lejos de tu padre, pero no ha sido tu culpa. Esta es su voluntad. No hay mejor forma de honrarlo que aceptando.
—Su voluntad —susurra Dairo y recuerda las palabras del mago: "Podrías llamarte como mi hijo, no me molestaría". Luego, recuerda el juramento que hizo. Esta travesía no es solo por él, sino también por Odrias, su hijo Dairo y todos los jóvenes que murieron aquel día. "Si esto es necesario para llegar a Mardos, entonces lo tomaré por ahora".
Dairo levanta la mano para firmar el contrato que el abogado le presenta con una pluma.
—Está bien, aceptaré la herencia de mi padre y sus servicios como abogado. En usted encomiendo mi fortuna —dice Dairo.
—Muchas gracias por su confianza, joven señor —responde el abogado Saulo, aliviado mientras continúa secando el sudor de su rostro con un pañuelo. Aún sigue agitado por andar corriendo hasta el gremio—. Una última cosa, señor. Estuve investigando pero no sé del paradero de la tumba del señor Odrias. La única prueba que tuve de su muerte para hacer conforme el certificado que me enviaron es consultar al gran oráculo de magos si él aún seguía entre nosotros. Pero en cuanto hayan noticias de su tumba, yo le haré saber.
"Por supuesto que lo sé. Está en mi montaña al lado de la tumba de su verdadero hijo", piensa Dairo irónicamente con un tinte macabro que no fue intencional—. "Me gustaría decirle aunque sea dónde está, pero levantaría muchas sospechas", concluye en sus pensamientos el dragón.
Después de un largo rato, Saulo se dispone a marcharse y le deja a Dairo una tarjeta de presentación con el nombre del abogado grabado y un dibujo de un cuervo haciendo un gesto de saludo con su sombrero de copa.
—Si necesita algo, por favor escríbame una carta y dejela al lado de la ventana. Mi cuervo vendrá a recogerla más tarde —dice el abogado con una sonrisa cálida.
—¿Un cuervo? —pregunta Dairo, intrigado.
—Sí, jeje, lo entenderá cuando lo vea —responde Saulo—. Me despido y le doy nuevamente la bienvenida al reino, joven señor Dairo.
Después de que se fue el abogado, los cuatro se quedaron un momento pensativos, sentados sobre la cama.
—¡Basta ya! ¿No crees que deberíamos ir a recoger tu dinero, Dairo? O sino ir a tu casa. Tal vez ahí tengas una armadura y una espada. ¡Además, tengo hambre! —exclama Brigitte mientras patalea sobre la cama.
—Tiene razón, Dairo —dice Brunhilda —. Te recomiendo mejor comprar una nueva armadura. Conozco una buena armería cerca de aquí, así podrás dar el examen para tu licencia mañana.
Justo en ese momento, vuelven a tocar la puerta y Rose entra con el tan esperado tarro de cerveza.
—Perdón por la demora —dice apenada mientras deja la cerveza en la mesa.
Cuando Dairo se levanta, Rose se acerca y lo abraza.
—Lamento mucho lo de tu padre, Dairo —le dice, conmovida.
"Ya no me está tratando de usted. ¿Yo también debería tutearla?" piensa Dairo confundido con las relaciones sociales de los humanos.
—Si necesitas algo, por favor no dudes en decírmelo. Estoy aquí para apoyarte en este difícil momento —agrega Rose, abrazándolo con más fuerza chocando inevitablemente sus grandes pechos contra los de él, lo que causa una reacción nerviosa en Dairo.
Otra vez Dairo se siente abrumado por estas nuevas sensaciones humanas. El contacto cercano de Rose está volviendo a despertar cosas en él. "¿Es que acaso todas las mujeres humanas huelen tan bien?" piensa, sintiendo mucho calor, hasta que Úrsula, un poco incómoda, trata de apartarlos sutilmente.
—Muchas gracias por tus palabras, Rose. En estos momentos, debemos irnos para que Dairo compre lo que necesita —sugiere Úrsula, intentando disimular su incomodidad.
—Oh, sí, claro, está bien. Estaré todo el día aquí por si necesitan algo —responde Rose con inocencia. A pesar de su coquetería natural, es una persona sin malas intenciones.
Dairo mira su tarro de cerveza por un largo rato.
—¿No vas a tomar tu tan ansiada cerveza, Dairo? —pregunta Brunhilda .
—Creo que no… Es que ya no me apetece.