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Chapter 3 - El Inicio Del Fin

Mi trabajo se encontraba a solo unas cuadras de mi departamento, casi justo enfrente de la universidad. Pronto cumpliría tres años trabajando en ese sitio y realmente había resistido mucho tiempo en el mismo lugar, primero como mesero y luego como jefe de meseros.

Aunque para ser sinceros, el primer año lo único que me motivaba era el miedo de no poder pagar mi comida, ese miedo me impulsaba más que mi deseo de vivir tranquilamente.

Ademas, el pago me permitía muchas cosas, como cuidar de mi salud, comer rico y en su momento salir a algunos sitios con Elena. 

Tendré que invitarla pronto a comer si quiero arreglar las cosas. 

Pensé fugaz para después caminar por el costado de la universidad, había un corredor separado para los estudiantes que se encontraba elevado unos 10 centímetros del nivel de la calle, para asegurar una caminata segura.

Enfrente de la universidad, se encontraba una avenida principal que conducía directamente al centro de la ciudad, pero cruzarla directamente era peligroso debido al tráfico. Afortunadamente, cada 500 metros había un puente peatonal que pasaba por encima de la avenida, y uno de ellos se encontraba justo en la entrada principal de la universidad, permitiendo a los estudiantes cruzar sin problemas.

Al subir las escaleras empecé a observar los autos pasar a gran velocidad en la larga avenida rodeada de comercios en ambos lados, desde puestos de comida hasta tiendas de lujo. Era una vista hermosa, tanto de día como de noche,

Aunque también era la última cosa que uno querría ver antes de saltar desde ese puente.

Y en ese momento mi mente ya estaba jugando contra mío nuevamente, era cierto que Fernando quería que siguiera mi tratamiento al pie de la letra, pero es difícil si no puedes pagar los medicamentos. 

Drogas

Corregí. Al bajar del puente, caminé unos cuantos pasos y vi un restaurante de dos pisos muy concurrido, conocido por su variedad de comida y estilos, especialmente popular entre los estudiantes debido a su buen precio.

Al acercarme, noté que estaba bastante lleno, con estudiantes que salían de la universidad y venían a comer. Pasé a través de las mesas saludando a algunos conocidos que eran clientes habituales del lugar.

— Perci, siéntate a comer un poco anda - Dijo una chica quien conocía de algunas clases particulares, lo cual solo negué de lejos mientras sonreía 

Continué caminando hasta el área de los meseros, donde una gran barra separaba a los comensales del área de trabajo.

— Percival, llegaste temprano, muchacho - comentó un hombre mayor, gordo y con una barba tupida y bien arreglada, que llevaba puesto su uniforme de jefe de cocina y era el dueño del restaurante.

—Sé que te ahogarías si no mantengo el barco a flote, Jeffrey - respondí. Jeffrey Backs era un exitoso restaurantero con varios locales en la ciudad, pero este era especialmente conocido entre los estudiantes.

—Bueno, entonces a trabajar, necesito que la comida fluya - sentenció.

Asentí y me adentré en el restaurante hacia una sala donde había varios casilleros con nombres destinados para que los meseros se cambien de ropa sin ser vistos por los clientes.

Fui directamente a mi casillero y encontré mi uniforme, pero junto a él había una caja de cartón que contenía un equipo de seguridad térmico.

Otra vez no lo ponen en su lugar.

Tome primero el equipo para colocarlo en una vitrina de vidrio donde el equipo debería de estar, posiblemente ayer que descanse hicieron limpieza y chequeo

Ya después de acomodarlo me coloqué el chaleco negro sobre una camisa blanca de botones y procedí a anudar mi corbata. Siempre cambiaba el estilo de nudo de corbata, y hoy le tocaría el Eldredge, un nudo más elaborado pero que lucía realmente bien.

Fuera del cuarto se escucharon los pasos caminar hacia mí, lo cual gire para verlo. 

—Percival, ¿por qué tan temprano? - preguntó un chico que entró y se dirigió a su casillero para asegurarse de que todo estuviera en orden.

—Estaba aburrido, además, ayer en mi descanso solo me dediqué a dormir y leer. Disfrutando de mi soledad, ya sabes - respondí mientras terminaba de ajustar mi corbata y me arreglaba un poco antes de salir del cuarto.

Pero noté cómo una chica bajita se interpuso en mi camino, empujándome ligeramente con sus brazos.

—¡SI TIENES TIEMPO PARA AJUSTARTE LA CORBATA, ME IMAGINO QUE YA MIRASTE EL TRAJE DE SEGURIDA!! - me regañó haciéndome retroceder unos cuantos pasos, visiblemente molesta.

Me alejé de ella con un pequeño salto, sonriendo levemente. Pero antes de responder algo aquella volvió a gritar más molesta. 

—¡PERCIVAL, TE ESTOY HABLANDO! - gritó molesta aquella voz chillona, Geraldine Backs, la hija menor de Jeffrey. Ella se encargaba de la barra de licores y bebidas.

— ¿Jera, es muy temprano para empezar a pelear, y si mejor me saludas como todos? - Bromee mientras me alejaba de ella para tomar una pequeña franela para poder encargarme de apoyar al personal.

Esta solo hizo su rabieta mientras se quejaba con su padre, quien la mandaba a freír espárragos cada vez que se quejaba de mi o su hermano. 

El día pasó rápidamente con muchas mesas que atender, apenas tuvimos tiempo para descansar. Era un buen lugar para mantenerse ocupado, pero a veces había días en los que simplemente no había suficiente trabajo. Esa es la naturaleza de los restaurantes, a veces tienes días excelentes y otros en los que pierdes más de lo que ganas.

Pero este en especial fue un buen día. Hubo buenas ventas, pero después de las 4 p.m., todo se tranquilizó. Muchos restaurantes cerraban temprano debido al peligro de trabajar en la noche. Solo algunos bares y lugares de fiesta tenían permisos especiales y medidas de seguridad adecuadas para operar durante esas horas.

Así que a las 7:30 p.m. a más tardar el restaurante estaba cerrado y habíamos terminado la limpieza. Los meseros y cocineros trabajaban en el segundo piso, que era donde se encontraba toda el área de la cocina. Mientras yo distribuía el dinero de las propinas entre los meseros y la cocina, el corte de caja estaba hecho y las cuentas verificadas.

Miré a mi alrededor y vi que los demás estaban utilizando sus teléfonos o ya se habían cambiado para irse a casa y evitar sorpresas de la noche. Pero yo siempre hacía lo mismo al final del día.

Caminé hacia afuera y abrí las puertas del restaurante. Luego, me senté en unas bancas de espera donde los comensales esperaban cuando no había mesas disponibles. Poco a poco, los trabajadores se fueron a sus hogares, mientras que algunos esperaban a que Jeffrey o Vicente los llevaran en sus autos. En mi caso, solo caminaría a casa. 

— ¿Fue un día difícil? - preguntó suavemente Jeffrey, el viejo dueño del restaurante, mientras se sentaba a mi lado.

Estas pláticas eran casi todos los días, ya casi era un ritual de nosotros que todas las noches antes de cerrar habláramos sobre el día y los problemas. 

— Más bien movido, Difícil fuera si tuviera que moverme con esa tremenda barriga por todo el restaurante - respondí bromeando, lo cual hizo que Jeffrey soltara una risa negando con la cabeza.

— Creo que sería más difícil si tuviera que trabajar todos los días tratando de respirar con esa corbata mal hecha - contestó mientras tomaba una pequeña cantimplora con alcohol y le daba un gran trago.

Sonreí suavemente y negué con la cabeza.

— ¿Oye, sabes que nos tenemos confianza no? - Dije mientras este dejaba de beber de su embacé para ofrecerme lo cual negué con la mano.

— A qué viene eso? - Su voz desconfiada no tardo en presentarse lo cual solo aclare la garganta. 

— ¿No has pensado en hablar más con tus hijos, Jeffrey? Ellos piensan que me quieres más a mí que a ellos, ¿sabes? - pregunté, desviando mi mirada del cielo por unos segundos hacia la robusta y bien cuidada barba de Jeffrey, la cual se movió de lado a lado mientras negaba y soltaba un suspiro.

— Lo he intentado, pero no tiene sentido que el asesino de su madre intente hablar con ellos -comentó Jeffrey, su voz había cambiado de desconfianza a amargura, mientras daba otro trago largo y profundo.

— Ya hemos hablado sobre lo que sucedió Jeffrey, no pudiste hacer nada contra esas cosas, ademas. - intenté decir, pero fui interrumpido por un chasquido de su lengua junto con un movimiento de negación en su cabeza. 

— Y tú no has hablado con tu padre tampoco Percival. - Ataco, obviamente quería evadir el tema, así que solo lo deje hablar. — En ¿Cuánto tiempo, Percival? ¿ocho años? - respondió, volviendo a su actitud amargada. Sus palabras me dolieron un poco, pero sabía que tenía razón. 

— Aprovecha lo que aún tienes, Jeffrey. Yo no puedo - dije, respirando profundamente y cerrando los ojos mientras me estiraba.

— Yo al menos los veo perci, pero. tu... porque no te has parado a verlo en el hospital?, ¿acaso crees que él se curara si solo los médicos están ahí? - Este guardo su cantimplora dejando escapar un gran suspiro lleno de alcohol y talvez más sentimientos frustrados.

— No podría ver como... ni si quiera me reconoce después de lo que vivió junto conmigo - Ambos nos quedamos en silencio mientras este coloco su mano en mi espalda dando ligeros golpes.

— Es difícil Wolfgang. - Solo acepte levemente con mi cabeza mientras pensaba sobre eso.

Dirigí mi mirada al cielo y respiré profundamente mientras pensaba qué más decirle a Jeffrey antes de que se quejara por mi comentario y me dejara sin paga.

— Y otro día paso Wolfgang. - Sentencio mientras ambos mirábamos ya el sol salir a la vez que la luna se avecinaba, era un panorama hermoso, luz y oscuridad, aunque sinceramente, sentí un gran escalofrió pasar desde mi cadera hasta mi cuello, incluso me sentí un poco mareado al sentir dicha sensación.

Sin embargo, algo extraño llamó mi atención. El sol ya se había ocultado y el cielo debería haberse vuelto nocturno, pero en lugar de eso, todavía brillaba con un resplandor cálido. El restaurante casi estaba vacío, solo quedábamos nosotros cuatro y dos meseros.

—Percival, tenemos que entrar... —comento, levantándose de su asiento mientras mi mirada se dirigía al cielo que debería haber estado oscuro. Jeffrey parecía intranquilo, su voz reflejaba preocupación y su respiración se aceleraba.

El cielo comenzó a teñirse de un rojo profundo, como si el firmamento sangrara. sintió un nudo en el estómago, y cada músculo del cuerpo se tensó al ver la luna oscurecerse, transformándose en una esfera de sangre. mis manos temblaban y un sudor frío me perlaba la frente.

El aire parecía más denso, cada respiración una lucha. Miré a su Jeffrey, esperando ver que compartiera su creciente pavor, pero solo obtuve un silencio sepulcral por parte de él.

Mi corazón latía con fuerza, tan rápido que pensé que me estallaría en el pecho. Intente gritar, pero mi voz quedó atrapada en la garganta, convirtiéndose en un gemido ahogado.

Esto no puede estar pasando, Esto no puede estar pasando, Esto no puede estar pasando, Esto no puede estar pasando, Esto no puede estar pasando

Pensé, mis pensamientos desordenados y caóticos, como un enjambre de abejas enfurecidas.

No puede ser real.

El eclipse avanzaba, y con cada segundo que pasaba, la oscuridad se intensificaba, devorando la luz del sol. sentí un terror primitivo, algo que iba más allá del miedo racional. Era como si la humanidad misma estuviera a punto de ser aniquilada. Un llanto desesperado resonaba en mi mente, un eco de antiguos temores que había intentado enterrar.

Las sombras se alargaban, y el mundo a mi alrededor parecía deformarse, adquiriendo una cualidad surrealista y amenazante. Mis piernas flaqueaban, y caí de rodillas en el suelo, no supe en que momento mis uñas estaban rascando ya mis brazos un intento en vano de encontrar algo sólido, algo real a lo que aferrarme. 

La luna, completamente roja ahora, parecía mirarme fijamente, una presencia omnipotente y malévola. En ese momento solo sentía caliente mis antebrazos gracias a la sangre que recorría por mis brazos, talvez tratando de despertarme de este peligro que no podía ver, pero que sentía acechante, inminente. Mi mente viajaba a recuerdos de historias antiguas, de profecías y finales apocalípticos, aumentando su sensación de inminente destrucción.

Finalmente, un grito escapó de mis labios, ¿dolor?, ¿miedo?, ¿angustia?, terror?, solo supe que fue un sonido desgarrador que se perdió en la vastedad de la noche. Había vuelto, De nuevo había vuelto al mundo que se desmoronaba ante mis ojos.

Mi boca soltaba gritos, jadeos y alaridos desconocidos, ni si quiera sabía que estaba diciendo, mientras mi mirada vacía se dirigía al cielo donde debería haber estado la luna. Pero en su lugar, aquel orbe rojo había usurpado su lugar. hermosa y letal, con un color carmesí intenso que nos iluminaba como si fuera una mañana carmesí. 

Mis lágrimas comenzaron a brotar mientras observaba cómo las sombras se extendían por las calles. Grandes sombras que se movían lentamente mientras acechaban a los automóviles. La avenida se convirtió en un hervidero de personas histéricas, llenas de pánico y terror en sus corazones.

— ¡HAY QUE ENTRAR! - La voz de Jeffrey me sacó de mi trance. Sentí cómo me arrastraban hacia adentro mientras los demás ayudaban. Me giré y vi a Jeffrey apurado tratando de cerrar las puertas metálicas, mientras otros verificaban que la calefacción no fallara.

Respiré profundo mientras mis ojos aún llorosos miraban cómo las sombras se intensificaban y se movían más rápido. Me di cuenta de que algo terrible estaba ocurriendo y que estábamos lejos de estar a salvo.

Pero mi atención se centró en Jeffrey, aquel viejo y amargado anciano me había arrastrado hacia adentro con una fuerza descomunal mientras cerraba las mallas metálicas, manteniéndonos a los pocos trabajadores que nos quedamos. Los gritos de horror y miedo eran constantes, los monstruos ya habían llegado.

Cuando me di cuenta, ya estaba sentado en un banco bajo la calefacción. Me habían puesto allí después de haber estado afuera por poco tiempo. Miré hacia los demás, pero sus rostros estaban completamente oscuros, no podía reconocerlos. Un velo negro parecía cubrir sus caras, pero luego pude ver cómo una gran y pesada mano se acercaba a mi rostro. No podía moverme, mis extremidades temblaban tanto que no las sentía.

—¡REACCIONA, PERCIVAL! - Aquellas palabras fueron acompañadas de una dura bofetada que me hizo girar la cabeza y caer hacia un lado. Pero esta vez logré levantar mis antebrazos para cubrirme la cabeza al caer, y el velo imaginario que me impedía ver desapareció. Pude reconocer los rostros.

—¡¿Qué hacías afuera, Percival?! ¡Solo harías que te mataran! - Vicente me sujetaba de la corbata, arrodillándome mientras el aire entraba a mis pulmones con dificultad. Me estaba ahogando.

—¡No es el momento de pelear! - intervino la chica, acercándose a nosotros.

—¡Vicente, déjalo ya! - La voz de Fernanda sonó molesta, y pude sentir la fuerte energía asesina que emanaba de ambos.

—¡Shhhhh! - Jeffrey hizo un gesto de silencio y giró para mirar la malla metálica que cubría las entradas del trabajo. El silencio se apoderó de nosotros mientras los gemidos leves se escuchaban a lo lejos. Escuché a un hombre quejándose y llorando de dolor.

Antes de que pudiéramos decir algo, Jeffrey puso un dedo en sus labios en señal de silencio. Todos nos quedamos callados, y pude volver a sentarme en el suelo tratando de mantener la compostura, aunque mi cuerpo todavía temblaba incontrolablemente.

En ese momento Fernanda ya había vuelto con un botiquín de primeros auxilios en sus manos, para ser enfermera, sus rostros obviamente mostraban terror y pánico, no sé si fuera por mis antebrazos, el eclipse que volvió, oh porque todos estaban encerrados aquí con monstruos afuera. 

Pero los minutos pasaron mientras ella limpiaba con rapidez mis heridas, su rostro lentamente se volvió a formar otro velo imaginario en su rostro, pero con algunos pares de pestañeos volvían a desaparecer, mi respiración estaba acelerada y mis lágrimas no paraban de salir, me sentía mal, totalmente mal, aun tenia lágrimas y quejidos totalmente metidos en mi pecho que quería desahogarme, pero no podría, no ahora. 

Pero entonces ocurrió lo peor.

Como si el tiempo se detuviera lentamente, observamos cómo un mesero que aún no se había ido a casa respiró profundamente, su garganta y pecho se expandieron ligeramente en preparación para estornudar. Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras mi temblor se detuvo de repente. Estaba preparado para el próximo evento. El estornudo resonó, aunque el chico intentó acallarlo lo más posible.

El silencio dentro de nuestro refugio era tan contagioso que los gemidos del hombre se extinguieron. Se apagaron rápidamente mientras Jeffrey soltaba un suspiro largo y profundo, y una ligera sonrisa amarga.

—Perci. Cuida de los chicos- Fue la única palabra que salió de su boca antes de que la malla metálica se abriera como si fuera una lata de atún, revelando un tentáculo gigante que agarró a Jeffrey por el estómago y lo lanzó hacia afuera con una fuerza impresionante. Su grito resonó en el aire junto con el de sus hijos antes de que escucháramos un golpe seco silenciando todo otra vez. 

Jeffrey había muerto.

A través de la abertura de la malla metálica, una gran bestia de piel morada oscura se dejaba ver, con un cuerpo humanoide encorvado que mostraba toda su espina dorsal sobresaliendo en la parte media de su espalda. De sus vértebras salían cinco tentáculos llenos de dientes que perforaban su piel, y numerosos ojos se distribuían por todo su cuerpo, permitiéndole tener una visión de 360 grados a su alrededor.

¿Era este el final? ¿Tantas cosas que me quedaban por vivir se verían truncadas esta maldita noche?

Mientras mis pensamientos me dejaban inmóvil, junto con mi miedo, la bestia nos recordó que estábamos atrapados como sardinas en una lata cuando su rugido resonó en todas las habitaciones.

Fue un rugido que nos hizo sentir pequeños e indefensos frente a esa criatura.

Me encontraba en medio de un caos. La criatura se abalanzó sobre el mesero que había estornudado, mientras todos salíamos despavoridos del lugar. La bestia se alimentaba lentamente, golpeando ferozmente al pobre chico con sus tentáculos, parecía que se estaba alimentando de sus huesos, lo cual era asqueroso.

Miré a Vicente con náuseas, quien junto con Fer, en estado de shock, corría con ella cargándola hacia la salida. Vicente la llevaría a casa en su auto ya que la distancia era peligrosa, incluso con el frío. Corrí hacia él y hacia la salida, mis manos temblaban nuevamente por la impresión. Todo estaba sucediendo muy rápido, no sabía qué sentir o qué pensar, solo quería salir corriendo.

Cuando llegué a la salida con Vicente, él se giró para detenerme, colocando su brazo en mi pecho. Su mirada penetrante llegaba hasta lo más profundo de mi ser, no dijo nada, solo hizo un movimiento para que yo me desplomara varios metros hacia atrás, golpeando mi cabeza contra el suelo. Mi visión se nubló por unos segundos, mientras se escuchaba un ruido seco en la habitación debido al golpe.

Con dolor, intenté levantarme y dirigirme hacia la salida, mareado por el golpe. Vi cómo mi única forma de transporte se alejaba a gran velocidad por calles ahora desiertas. 

La luz rojiza de la luna era lo suficientemente tenue como para iluminar el lugar. Pude ver que la avenida estaba llena de cuerpos destrozados, desgarrados y mutilados. Había sido una masacre que mi estómago no pudo soportar y sentí cómo el líquido caliente subía por mi garganta provocando que vomitara a un lado mientras mis ojos llorosos se convertían en lágrimas nuevamente. 

Mi mente se sobrecargó por un momento y todo se oscureció. Sentí que me desmayaría junto con el monstruo morado lleno de tentáculos y ojos. Sollocé fuertemente, porque mi visión se oscurecía cada vez más y no podía mantener la calma.

Porque tenía que volver a esta pesadilla. 

—¡AL SUELO! - una voz fuerte me hizo reaccionar como si fuera una orden, lanzándome al suelo como si fuera un soldado.

Algo pasó rápidamente por encima de mí, logrando esquivarlo al lanzarme al suelo. Al mirar de dónde venía la voz, vi una sombra pasar a gran velocidad, vestida con un traje negro y tela en lo que parecían ser sus brazos, cuando el monstruo se abalanzo a él, este de un solo golpe hizo que aquella cosa se detuviera unos segundos en el aire totalmente para luego salir disparada hacia atrás del restaurante destrozando la pared y más locales atrás. Aquellos ojos me miraron atentamente antes de entrar al lugar.

Cazadores. 

Conocía a esas personas. Desde niño, recuerdo ese tipo de ropa que usaban en esta noche, hace 18 años, en aquella habitación contra los monstruos.

—¡¿QUÉ ESPERAS?! ¡VETE! - gritó enojado, haciéndome sentir un gran escalofrío. ¿Cómo era posible que alguien con simples puños americanos hiciera volar al monstruo unos 12 metros de distancia? No le respondí por miedo y prisa, lo cual salí disparado del sitio como pude, pero al salir unos segundos pude recordar algo importante.

No tenía mi equipo de seguridad. 

Como si fuera una carrera, me gire instantáneamente para correr hacia el cuarto de empleados, entrando y tomando el overol que utilizaba tecnología repelente a la temperatura y mantenía una temperatura de 35 a 37 grados centígrados. Evitaba salpicaduras accidentales y actuaba como un escudo protector para la piel, resistiendo los mantenimientos.

Al ponerme el overol, sentí lentamente cómo volvía la sensación de calor a mi cuerpo. No la había sentido y ya estaba empezando a congelarme por el frío.

Pero el grito de la bestia se escuchó nuevamente, acompañado de pasos pesados y rápidos que hacían temblar el suelo. Al salir del cuarto, vi cómo la bestia corría velozmente hacia mí.

¿Dónde estaba el señor con cuero ahora?

La sombra salió de detrás de la barra, revelando con más detalle su ropa. Llevaba pantalones negros de estilo militar, una pechera de cuero oscuro y debajo una camiseta negra. Sus piernas y manos estaban cubiertas de metal, como una armadura. Los puños americanos descansaban sobre esa armadura. Tenía el pelo largo y blanco, y una barba igualmente blanca en su rostro. A pesar de su edad avanzada, alrededor de los cincuenta y nueve años, todavía mantenía una gran musculatura y una altura de aproximadamente metro setenta. Todo esto mientras una larga gabardina lo cubría hasta las pantorrillas.

— ¡ESTA VEZ VAS A IRTE! - gritó mientras corría hacia la bestia. — YA TIENES TU EQUIPO CONTRA EL FRÍO, TRATA DE IR A LA PLAZA CAMINOS DORADOS - añadió gritando, chocando sus puños metálicos, los cuales brillaron intensamente en un tono rojo vivo.

Miré cómo la bestia corría hacia nosotros y mi pánico se disparó. Sentí que mi corazón se aceleraba de manera desbocada, mezclando emociones de emoción, miedo y terror.

Era una explosión pura de adrenalina.

Los tentáculos salieron disparados hacia él, pero él opto por una postura defensiva. Agarró fuertemente el primer tentáculo que lo alcanzó y tiró de él como si fuera una cuerda, pero la bestia aprovechó para derribarlo con un placaje.

Todo sucedía a gran velocidad, pero para mí todo parecía lento. Mientras observaba al cazador, la gabardina se levantó debido al polvo y al viento, permitiéndome ver el interior. Veía venas y arterias palpitando suavemente, mientras algunos ojos en el interior se movían tratando de ver detrás del anciano.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al presenciar esa escena. Aunque tenía la calefacción del traje, sentía un frío inminente. En un abrir y cerrar de ojos, la adrenalina disminuyó y pude ver cómo la bestia atravesaba la pared del establecimiento, provocando un sonido de dolor y un grito de frustración.

¿Estaría bien el cazador? 

No lo sabía. Mi mente se enfocaba en otra cosa, y mis músculos reaccionaron de manera impresionante. Salí disparado del establecimiento, corriendo lo más rápido que podía hacia el puente.

Corre, corre lo más rápido que puedas y tal vez las bestias no te alcancen. Corre, hijo

Resonaba una voz en mi cabeza, recordando un momento vivido con intensidad tanto ahora como en el pasado.

Mientras corría, buscaba el cuerpo de Jeffrey con la mirada, pero mis ojos llorosos dificultaban mi visión. Tenía un lugar en mente en ese momento: llegar a mi departamento, recoger mis cosas y dirigirme a la plaza Caminos Dorados.