Japón, en algún punto de los años ochenta. El mundo había dado un giro. La economía, por primera vez en mucho tiempo daba un respiro, y se alejaba del desastre que dejo la segunda guerra mundial. Las calles se repoblaron convirtiendo la ciudad en un lugar en donde el alma podía separarse de la cotidianidad. La capital de Japón lentamente se convirtió en el origen de un nuevo movimiento impulsado por los jóvenes. Eso atrajo mi atención, era el lugar ideal para encontrar inspiración para mi próximo trabajo, uno en el cual podría retratar el cambio dentro de la monótona realidad.
Hablemos de mí, de lo que origino mi viaje hacia Tokio. Vengo del sueño americano, un sueño que rápidamente choco con la realidad con la cual convivía día con día. Un sueño que fue diluido a un infierno, uno que me comía conforme el tiempo avanzaba.
De regreso al presente. Tokio me recibe con una noche colorida. Era casi media noche y la ciudad se mantenía con vida. Las personas andaban por las calles sin preocupación, hablaban del trabajo, de la fiesta y del presente. Despreocupados del futuro incierto. Haber estudiado japones facilitaba mi estadía en el país. No era avanzado, pero podía defenderme bien. El lugar donde me quedaba era un hotel cerca de la torre Tokio. El balcón de mi habitación era pequeño, pero bastaba. El exterior era frío, pero no molestaba. Las luces de la ciudad destellaban un aura violeta. Me causaba curiosidad el saber que pasaba durante la noche en esta ciudad. Tomé algo de dinero y salí al exterior.
Mi primera parada fue una recomendación del recepcionista del hotel. Un sitió nocturno equivalente a las discotecas de mi país. Las mujeres hacían fila en el exterior, los hombres trataban de captar su atención; algunos tenían éxito y era bastante divertido observar el rostro de los que fracasaban. La fila tardó un tiempo en avanzar, pero logré entrar. Dentro, las personas bailaban como una sola marea sincronizada. Observé el lugar imitando a un sonar. En una esquina, un hombre preparaba tragos mezclando distintas cosas. Me acerqué esquivando a las personas que vivían el momento. El hombre detrás de la barra me observó, bajo la mirada y dejó un trago frente a mí, un líquido azul con saber cítrico que endulzaba la lengua. Mientras la bebida robaba mi atención, una mujer se sentó a mi lado. Sin cruzar palabras conmigo, pidió una bebida la cual terminó siendo una copia exacta de la mía. La observe de reojo: cabello corto, puntas violetas, perfil perfecto. Su presencia era un agregado bastante agradable para el momento.
Notó mi intentó de observarla de manera discreta. Trato de arreglar la situación mirando el vaso semivacío que reposaba entre mis manos. Por el rabillo del ojo puedo captar una sonrisa apenas perceptible. Ella era la que me observaba ahora. Tomó su bebida y bebió largamente, dejando apenas un rastro en el fondo. Agradeció al hombre que le sirvió el trago y se retiró sin decir una palabra más.
La seguí con la mirada hasta que desapareció entre la multitud. Terminé mi trago y justo cuando me levantaba de mi asiento para salir de lugar. Una luz iluminó un punto especifico del lugar. Una figura conocida se hizo presente en el centro de aquella luz. La mujer que acababa de estar a mi lado ahora estaba posicionada detrás de un micrófono.
La música comenzó a sonar, una melodía que detonaba nostalgia de diferentes matices. La mujer movía sus caderas al ritmo de la percusión que ejecutaba una harmonía que complementaba al ritmo funk del teclado. Su voz se elevaba con la melodía. No podía comprender la canción en su totalidad, pero dos palabras se grabaron en mi mente: Plastic love.
El rumor de la gente era impresionante. Repetían las palabras de aquella chica con mucho furor. El ambiente estaba realmente perfecto para lo que veía. Extasiado, decidí continuar con mi plan de abandonar el lugar. Pagué el trago, y salí del lugar. La noche acababa de iniciar, ya me había acostumbrado al golpe neón de cada rincón de esta ciudad. Avance sumergido en mis pensamientos. Tenía que acomodar toda esta experiencia para formular un nuevo trabajo.
Algo retuvo mi brazo haciéndome emerger de mi mente. La mujer que había capturado el corazón de todos con su canto de sirena estaba ahora sosteniendo mi brazo.
─¿Pasa algo? ─pregunté en japonés.
─Nada en particular. Quería conversar contigo. ─respondió ella, jadeando. ─pensé que te perdería de vista. ─agregó con voz agitada.
─¿Conversar? ¿Por qué?
─Quería saber si…─la mujer recuperó el alimento de manera súbita, se retiró las gafas oscuras que portaba, mostrando unos ojos heterocromáticos que brillaban con el reflejo del neón. ─quería saber si querías tomar un trago conmigo.
La observé con desconfianza, pero relajé mi postura ante su invitación. después de todo, era mi primera noche en la ciudad que nunca duerme, ¿Cómo podría rechazar la invitación a una nueva experiencia? ─Acepto.