Prologo
Bibury, Inglaterra
OCTUBRE, 1915
La luz del día estaba a punto de caer en aquella preciosa hacienda del viejo señor Roosevelt, el adorable sol era apreciado por aquella encantadora pareja formada por el sencillo chico Thomas y la hermosa niña de quince años llamada Marissa, quienes celebraban el septimo mes de llevar una feliz relación.
El cesped verdoso, los caballos llenos de energía y los arboles que balanceaban su hojas verdes en una danza al ritmo del otoño, ayudaban a otorgabarle a Marissa una felicidad de haber elejido compartir su vida con Thomas a su lado, la cual estaba emocionada por su futura boda que se daría en un mes, los padres de Marissa habrían aprobado su matrimonio apena hace par de días, permitiendo a Thomas que era huerfano de padre y madre ser parte de la familia.
Thomas se percató de algo extraño. A lo lejos en un arbol maltratado había un grupo de siete chicos acompañados por par de perros que Thomas nunca antes había visto; Y le parecío raro, porque Thomas conocía a todos los hombres que trabajaban para el señor Roosevelt y estaba seguro de que ningunos de ellos trabajaba para él.
El señor Roosevelt era un anciano que le estaba ganando la edad, era muy humilde en personalidad y rico en propiedad, teniendo cantidades de esclavos trabajando para él a su merced. Él señor Roosevelt apenas tenía familia, en dado caso siendo optimistas, sus esposa murió en el parto junto a su hijo y nunca más volvió a enamorarse, nunca se supo más del resto de su familia y aquellos que él tuvo cerca, se hicieron viejos y murieron con el tiempo, quedando él solo. Thomas, siempre estaba muy atento a todo lo que pasaba, así que antes de retirarse con su gran amada, se acercó al señor Roosevelt para preguntarle acerca de esas personas que estaban en su propiedad
- Señor Roosevelt, disculpe mi atrevimiento, pero ¿Quienes son ellos?
- Oh... Ellos son mis sobrinos, vienen de Francia a ayudarme un poco con la cocecha.
- No sabía que tenía sobrinos- Habló Thomas con un tono apestado a desconfianza. Percatándose de que cada uno de ellos, incluidos los gigantes canes, mantenían una mirada fría y acechadora en él.
- Luego los conocerás Respondió el señor Roosevelt, quien se mantenía sonriente. Thomas y Marissa, se dieron cuenta de que empezaba a oscurecer.
- Se nos hace tarde, señor Roosevelt. Ya nos vamos.
- Deberían quedarse, no es seguro que unos niños anden por la noche tan tarde. Le dire a una de mis esclavas que les arregle una habitación arriba.
- El señor Roosevelt tiene razón, Thomas. ¿En que habitación dormi...
Thomas apretó la mano con fuerza de Marissa y con dureza respondió.
- No.
Tras Thomas levantar la voz, Marissa giro a verlo, dandose cuenta de que la mirada de su amado fulminaba a los sobrinos del señor Rooselvelt, quienes se reían entre ellos, mirando también a Thomas como si fuera una presa.
El señor Rooselvelt descojonó una risa.
- Está bien, está bien. Veo que serás un hombre orgulloso, Thomas. Eso es bueno, tienes mis admiraciones- Con una sonrisa miró a ver a Marissa- Tienes mucha suerte, muchacha.
- Gr... Gracias.
- Ya nos vamos.
Thomas tomó a Marissa y se alejaron de la hacienda.
- ¡Por qué has sido tan grosero, Thomas! El señor Roosevelt es una figura muy importante para Bibury y conoce a mis padres desde que eran pequeños. ¡Deberías regresar a pedirle una disculpa!
- Hay algo raro en él.
- ¡El único que está siendo raro aquí eres tú! El señor Roosevelt es un señor muy noble.
Thomas detuvo su paso y con brusquedad giró hacía Marissa, alzando su voz a ella por primera vez.
- Que te quede claro, una persona que tiene como esclavo a otra nunca será buena.
Habló Thomas, quien estaba adolorido al acordarse que en su sangre existía una decendencia de familia esclava por parte de su difunta madre. Los marcados musculos de Thomas se endurecieron en ese instante.
Los ojos verdes de Thomas empezaron a tomar un leve brillo fuera de lo común, causando que Marissa temblara de miedo, Thomas se dio cuenta de eso, arrepentido, empezó.
- Perdón, mi amor- Respondió Marissa.
- Perdoname a mí, mi amada, por alzarte la voz. No volverá a pasar, vamos, tu padre me dijo que te dejara en casa antes del anochecer.
- Seguramente padre esté preocupado- Habló Marissa con temblor en su voz- Padre dice que de noche aparecen lobos.
- En este momento los lobos son lo menos que me preocupan.
La casa de Marissa se encontraba alejada dentro del bosque, para llegar a ella había que cruzarlo por un camino que apenas estaba podado.
Thomas y Marissa percibieron un movimiento entre los arbustos, un pensamiento de que pudieran ser lobos pasó por la cabeza de Marissa, deseando no haberle hecho caso a Thomas al no quedarse en la hacienda del señor Rooselvelt, Thomas con miedo de que pudiera ser algo más que un simple lobo tomó el brazo de Marissa y la arrastró hasta ponerla atrás de sus espaldas.
- ¡Quien anda ahí!
Un alivio corrió por el cuerpo de los dos cuando del arbusto salió un pequeño conejo.
- Al menos no es un lobo- Comentó Marissa.
Thomas echó un suspiro, aflojó un poco el brazo de su amada e insistió en seguir su camino.
Pero en ese instante Marissa echó un grito de terror cuando algo gigante que parecía un oso salió de los arbustos y brincó sobre aquel pequeño conejo haciéndolo pedazos como si fuera una almohada llena de lana. Atrás de esa bestia brincó otra que empezó a devorar al mismo conejo. Los ojos de Marissa enfocaron en la oscuridando dejando ver que no eran ningunos osos, eran unos perros muy grandes.
- Perdonen, estamos enseñandolos a cazar.
Habló una voz que venía del bosque, acercándose a ellos hasta darse a mostrar. Thomas se dio cuenta que era uno de los sobrinos del señor Roosevelt, quien estaba acompañado del resto, los cuales salieron por cada esquina de sus alrededores.
- Qué es lo que quieren.
- Nuestro tío nos pidió que aseguráramos de que estuviesen bien.
Marissa se ocultó atrás de la formida espalda de Thomas para sentirse segura, pero no fue suficiente cuando volteo a ver que los ojos de los perros brillaban en un color rojo.
- Thomas... - Gimió Marissa aferrándose a la espalda de su futuro esposo- Empiezo a creer que no son sobrinos del señor Roosevelt
Thomas agarró a su novia y rodeó su cintura con el brazo izquierdo.
- Están asustando a mi comprometida. Salgan de mi camino o yo los voy a apartar.
Los ojos de Thomas empezaron a brillar mientras los fulminaba con la mirada a cada uno de ellos.
- Solamente vinimos a acompañarlos, parecen que están muy lejos de casa, que les parece si no hacen esto más difícil y nos acompañan a la hacienda, el señor Roosevelt los está esperando con mucha preocupación.
- De qué estás hablando, estamos más cerca de casa que de la hacienda, regresarnos sería una estupidez Defendió Marissa, sintiéndose más segura en los brazos de su amado.
Uno de los perros ladró y Marissa se sorprendió en un susto.
- Calla a la muchacha, Atelino.
Thomas entró en escalofríos al escuchar ese nombre que significaba peligro, sus ojos comenzaron a brillar con más fuerza y Marissa se alarmó, no sabía que era lo que pasaba a Thomas en los ojos para que se pusieran así, empezaba a preocuparse, ella se giró a ver a aquel tipo y argumentó.
- Ustedes están confundidos. él se llama Thomas y ustedes nos están retrasando, sino nos dejan pasar ahora mismo, nos regresaremos y los acusaremos con el señor Rooselvelt y la guardia por acoso.
- Para de hablar, Marissa- Habló Thomas con una voz muy firme, su cara mostraba una siniestra seriedad.
- Ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que alguien te encontró, Atelino. Has sabido moverte muy bien, pero ya es momento de que dejemos de jugar al gato y al ratón y regreses a casa. Él te está esperando con muchas ansias.
- No lo voy a repetir, quitense del camino o esto no acabará bien.
A Marissa le pareció que Thomas se había puesto más grande, o creyó, quizás era que estuviera tan asustada que empezaba a alucinar.
- Basta, Thomas, no quiero que pelees, regresemos al pueblo y acusemoslos con los guardias.
Thomas empezó a intercambiar miradas con aquel muchacho, los ojos del otro tipo empezaron a brillar también pero en un color que parecía ser naranja, en aquella terrorífica escena los perros se alborotaron de la emoción en unos ladridos, como si se prepararan para destrozar a Marissa.
- Te arrastraremos hasta el infierno, Atelino- Gruñó aquel tipo cuando estuvo a punto de lanzarse sobre Thomas.
Pero alguien en lo más profundo de la oscuridad salió y se abalanzó sobre el sujeto.
Era el mejor amigo de Thomas, llamado Abrahan. Quien había acudido a ayudarlos.
- ¡Corran!- Gritó Abrahan, revolcando por todo el piso a aquel misterioso hombre- ¡Yo los distraigo!
Thomas sujetó a Marissa y la sacó inmediatamente de ahí.
En aquella persecución se escuchaban los ladridos de los perros que corrían con sed de sangre tras ellos.
- ¡No llegaras muy lejos, Atelino!
Thomas se preocupó de que Abrahan no los hubiera distraído por mucho tiempo, seguramente había sido derrotado, pero conociéndolo desde hace mucho tiempo, sabía que era algo muy difícil.
Se adentraron en la vieja casa de los padres de Marissa e inmediatamente Thomas cerró la puerta bloqueándola con la mesa del comedor, el armario y todo lo que pudieran protegerlos. En ese momento Marisssa echó un gruñido, se acercó a su amado y lo atacó en gritos.
- Que está sucediendo, Thomas. ¡Explicame quienes son ellos, ahora!
- No grites.
- ¡Quienes son ellos! ¡Por qué nos persiguen! ¿¡Por qué te llaman Atelino!?
- Me persiguen a mí, baja la voz. Y Atelino es mi verdadero nombre.
- ¿¡Qué!?
- No hay tiempo para explicarte, no estamos seguros aquí, busca a tus padres, debemos irnos cuanto antes. Yo vigilaré la puerta...
En ese instante Marissa echó un grito que se escuchó por cada rincón del bosque.
- ¡THOMAAAAS!
- Te dije que bajaras la voz, Mari... No puede ser...
Atelino quedó paralizado cuando Marissa cayó al suelo con un llanto en la garganta que no lograba sacar...
Al ver que sus padres estaban colgados al techo con una soga que les rodeaba el cuello.
Sus cuerpos estaban pálidos como copos de nieve con los ojos abiertos y la lengua hacía fuera, balanceándose en forma de zic zac, Marissa se había ahogado en su propio grito, viendo los cadáveres de sus padres frente a ella, no podía creer lo que estaba pasando, deseaba que fuese una tenebrosa pesadilla de la cual se despertaría en cualquier momento, finalmente logró vomitar aquel grito.
- ¡PAPÁÁÁ...! ¡MAMÁÁÁ..!- Atelino esta vez ni siquiera se limitó a decirle que guardara silencio, hasta él deseaba gritar también, los padres de Marissa habían sido prácticamente unos padres para él también, comprendía el dolor y sabía que sus muertes fueron culpa suya, él los arrastro a esa tragedia al quedarse más tiempo de lo debido ¡Cómo es que pasó esto...!
Atenilo se acercó a ella para consolarla, pero cuando estuvo a un centímetro de colocar su mano en su hombro, se escuchó un llamado desde el otro lado de la puerta.
- ¡Atelino! ¡Atelinooo! Sé que estás allí adentro- Se pudo sentir como trataban de abrir la puerta- ¿Es en serio? ¿Crees que una insignificante puerta me va a detener?
- Marissa, retocede- Habló Atelino, preocupado, poniéndose al frente preparado para defenderla a toda costa.
- Bien, parece que nadie va a abrir, tendré que pasar por mi cuenta.
En ese instante la puerta salió volando de donde estaban junto con con la mesa y todos los objetos volviéndose trizas, Marissa pensó que los estaban atacando con minas, pero en realidad simplemente lo habían hecho con un golpe.
- Con que aquí era donde te escondías...- La muchacha quedó impresionada al ver quien estaba entrando a la casa.
Era el señor Roosevelt. Y atrás de él lo acompañaban aquellos que hizo llamar sobrinos.
- No te acerques más.
- ¿O qué?- Habló el señor Roosevelt con una sonrisa siniestra en su rostro.
- O voy a mandarte al infierno.
El señor Rooselvet se descojonó a risas tras la amenaza de Atelino, tras eso, pensó que ese fue el mejor momento para aprovechar su descuido y se lanzó hacía él para defender a Marissa, en un abrir y cerrar de ojos el señor Rooselvelt mandó a Atelino al otro lado de la sala de un simple puñetazo, aquel aventon lo llevó hasta la pared haciéndole un distinguible hoyo a la pared de madera.
Atelino comenzó a escupir un liquido negro por la boca mientras tosía, llevó su mano a su pecho gruñendo en dolor, su cuerpo empezó a echar un curioso humo como si la carne se estuviera quemando. Marissa estaba paralizada sin poder creer lo que estaba pasando.
- ¡Quien carajos eres!- Gruñó Atelino, confundido de que alguien pudiese derrotarlo tan fácil.
Se podía oír a los perros ladrar desde fuera de la casa, atentos a cualquier intento de fuga.
El señor Roosevelt volvió a descojonarse de risa.
- ¿No es obvio?- Dijo con una sonrisa, inmediatamente frunció el ceño cuando sus ojos brillaron en un amarillo dorado, una tormenta adornada de truenos comenzó a sacudir las paredes de la casa cuando dijo su nombre- Soy Lucifer.
Marissa se quedó paralizada al suelo, ya no sabía si llorar por lo de sus padres, correr por lo que acababa de escuchar o desmayarse por las dos cosas.
- Poseísteis el cuerpo de aquel viejo para venir a buscarme- De la boca de Atelino seguía saliendo aquel asqueroso liquido.
- No fue la mejor opción, pero sí, fue lo más cercano, ninguno de mis súbditos pudo arrastrarte al infierno cuando te encontraron, así que aproveche esta fecha para venir a hacerlo yo mismo.
- ¿Cómo me encontraste?- Preguntó Atelino, hace medio año aseguraba de que está vez no iba haber forma de que lo encontraran huyendo a otro continente.
En eso, alguien que Atelino conocía muy bien apareció por la entrada.
Era Abrahan.
Marissa no sabia que estaba sucediendo.
- Tú me entregaste.
- ¿En serio creíste que me sacrificaría por ti? No me jodas- Dijo Abrahan en una aturdidora risa- Somos demonios, provenimos de la traición.
-¡Escapamos de infierno juntos!
- Los súbditos de lucifer me encontraron. Y me prometieron que me dejarían libre si te entregaba- Atelino quedó impresionado ante la traición de su gran amigo, habían pasado tantas cosas juntos, que nunca se imaginó que pudiera traicionarlo- Lo lamento, Atenilo. Pero ya llevamos mucho tiempo huyendo y por fin me dejaran en paz.
- Sí, acerca de eso- Dijo lucifer y chasqueó los dedos, dos de sus súbditos que estaban atrás de él se rodearon en ceniza y humo negro convirtiéndose en unos monstruos de dos metros, con sus gigantes manos, aplastaron del pescuezo a Abrahan dejándolo atrapado en el piso.
- ¡Tuvimos un trato, lucifer! ¡Eres de palabra!
- Tu trato fue con mis súbditos y sin mis consentimientos.
Uno de esos monstruos, tenían los músculos de un gorila, pero era más tenebroso que uno, estaba lleno de escamas y su cuerpo estaba totalmente lastimado, quemado y lleno de cicatrices y cadenas, de la misma manera que él otro, que tenía el cuerpo de un animal que nunca antes Marissa había visto.
- Traicioné a mi padre una vez ¿Pero traicionar a tu mejor amigo? Eso es algo que ni yo llegaría- Dijo Lucifer entre risas.
Atelino después de tanto tiempo se sentía intimidado, había olvidado aquel detalle de que cada cien años lucifer podía subir al mundo de los vivos poseyendo el cuerpo de alguno de ellos, no había tomado ese gran detalle, Atelino vivió tan cómodamente al lado de Marissa y su familia que se olvidó de donde provenía, tanto así, que su memorias borró lo que había pasado la ultima vez que se enamoró de una mujer que estaba viva de verdad... Y de todas las anteriores veces.
- Así que esta es tu nueva enamorada..- Habló lucifer detallando a Marissa, entre risas empezó a acercarse y se posó ante ella, Marissa estaba tan asustada que no podía moverse... En realidad no estaba segura de que pudiera escapar- Maldición, Atelino, otra vez te enamoraste de una viva. Debo de confesar, que de todas con las que has estado, esta ha sido la más linda.
- ¡No le hagas daño! ¡Por favor!
- ¿Ahora ruegas? ¿Que pasó? ¿No eras un hombre orgulloso?
Lucifer tomó del cuello a Marissa, quien lloraba de miedo y la empezó a ahorcar y elevar hasta que sus pies dejaron de tocar el suelo, los perros se emocionaban para que fuese asesinada.
- ¡Dejala en paz!
- La verdad es que no quiero.
Los ojos de Atelino se tornaron en un verde esmeralda brillante, las venas en su cuerpo empezaron a marcarse exageradamente.
- Oh... Vas a tomar tu verdadera forma para pelear contra mí... Eso es algo muy estúpido... Teniendo en cuenta de que- Risas- ... Bueno...
Su cuerpo se envolvió en el mismo humo negro, mostró como sus colmillos se volvieron afilados como dagas, sus uñas se convirtieron en garras astillando el suelo de madera, estaba a punto de mostrar su forma de demonio.
- ¡Te dije que la dejaras en paz!
- Ven y obligame, Atelino. Muestrame que eres un hombre orgulloso capaz de hacer cualquier cosa.
Atelino no se quería contener más, iba a mostrar su verdadera forma para enfrentarlo, pero se detuvo al darse cuenta en que Marissa lo miraba con miedo, aterrada de lo que en verdad era su gran amado que creía llamar Thomas.
- Oh... No quieres ella vea lo que en verdad eres, eso es algo muy tierno.
- ¡Dejala en paz! Prometo entregarme sin resistirme ¡Solamente sueltala!
- Vale... La soltaré...
Marissa cayó de rodillas, llevó su mano hasta su inflamado cuello, dejando fluir su aire en forma de tos, intercambio miradas con Atelino, su gran amado.
- ¿Por qué me arrastraste a esto...?
Las lágrimas en su rostro empapaba la cara de Marissa y la expresión llena de miedo y terror hacían que Atelino se ahogara en un sentimiento de culpa.
- Lo lamento, Marissa- Respondió Atelino casi en un susurro- Lucifer, dejala ir. Prometeme que no le harás daño.
- Oh...
- Prometemelo...
- Vale. Que viva el amor pues. Lo prometo. Puedes irte, niña.
Ella volvió a intercambiar miradas con el que planeaba tener de esposo en unos años, agradeció a Dios de que no fuera así.
Marissa ni siquiera lo pensó dos veces, tomó aire y salió de la casa corriendo lo antes posible camino al pueblo donde estaría más segura, dejando que gran amado se las apañara a solas, abandonado una historia amorosa de seis meses, Atelino se dio cuenta que en la cara de lucifer había una sonrisa maquiavélica, ya sabía lo que iba a hacer...
- No le hagas daño...
- No lo haré, te prometí que no le haría nada- Respondió, en ese momento Atelino sintió alivio- Pero mis perros no. Vayas tras ella.
- ¡Lucifer, no lo hagas!
Los perros corrieron tras ella hasta alcanzarla, comiendosela trozo por trozo, mientras ella gritaba de dolor.
- ¿Oyes eso? Música- Habló Lucifer con una sonrisa Maquiavelica.
Sus ojos que se encontraban inundados en lágrimas empezaron a brillar con más fuerza y las venas se marcaron en él nuevamente por todas partes, su cuerpo empezó a expulsar humo negro mientras sus músculos poco a poco se volvían más gruesos y monstruosos. Preparado para arrancarle la cabeza al cuerpo poseído por Lucifer, Atelino estaba a punto comenzar una increíble batalla.
Pero Abrahan tomó su forma de demonio y brincó encima de Lucifer, asesinando su cuerpo humano... Él había aceptado entregar a Atelino... Pero que arrastraran a Marissa a todo esto era algo que no esperaba ni se perdonaría.
- ¡Huye!
Dijo antes de ser embestido por los súbditos de lucifer, quienes se transformaron en demonios también al darse cuenta que Abrahan se había alzado ante ellos.
Atelino quedó impresionado, pero sabia que el tiempo no estaba de su lado para quedarse pasmado, su futura esposa y su familia habían muerto gracias a la traición de él, hizo un hoyo en la pared y corrió lo más lejos que él podía.
- ¡Atelino!- Se oyó un estruendo de grito por todo el bosque- ¡Te lo dije una vez, no importa a cual rincón del mundo huyas! ¡No existe lugar donde te puedas esconder de mi! ¡Juro que la próxima vez que te encuentre, te traeré al infierno! ¡Traeré un ejercito! ¡Provocaré el Apocalipsis si hace falta!
Y dejó atrás al demonio de su mejor amigo, quien fue capturado y enviado a las más remotas profundidades del infierno, condenado a ser torturadonuevamente por toda la eternidad.