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Chapter 14 - Sombras y secretos

Luna caminó por las calles vacías, con el sobre de Damian en su bolso y la mente llena de preguntas. La fotografía de Damian con Mit era como un rompecabezas que no encajaba. ¿Qué relación tenían? ¿Había estado Damian jugando con ella desde el principio? Y, si era así, ¿por qué darle información tan valiosa sobre Ian?

Sus pasos la llevaron a un pequeño café en un rincón olvidado del centro, el lugar que Damian había sugerido para hablar nuevamente. Entró y lo encontró sentado en una mesa al fondo, lejos de las pocas personas que quedaban. Tenía una taza de café en las manos, pero sus ojos estaban fijos en ella desde el momento en que cruzó la puerta.

—No esperaba que vinieras tan pronto —dijo Damian cuando Luna se sentó frente a él.

—Tú pediste esta reunión, Damian —respondió ella, sin molestarse en ocultar la desconfianza en su voz—. Y tengo preguntas.

Damian se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.

—Siempre tienes preguntas, Luna. Pero dudo que todas tengan respuestas.

—Entonces empieza con esta —dijo ella, sacando la fotografía de su bolso y dejándola sobre la mesa—. ¿Qué estabas haciendo con Mit?

La expresión de Damian apenas cambió, pero sus ojos se oscurecieron ligeramente. Tomó la fotografía y la observó en silencio antes de devolverla a la mesa.

—Mit y yo tenemos... intereses en común. Nada que deba preocuparte.

—¿Nada que deba preocuparme? —Luna dejó escapar una risa amarga—. Me diste esto para destruir a Ian, pero resulta que también estás jugando otro juego. ¿Cómo se supone que confíe en ti?

Damian la miró fijamente, su expresión seria.

—No te pedí que confíes en mí, Luna. Solo que uses la información que te di. Lo que hagas después depende de ti.

El silencio se extendió entre ellos, lleno de tensión. Luna sentía su corazón latir con fuerza. Había algo en Damian que la atraía y la repelía al mismo tiempo, una combinación peligrosa de misterio y carisma.

—¿Y por qué debería seguir trabajando contigo? —preguntó, desafiándolo.

Damian sonrió por primera vez, una sonrisa lenta que parecía desarmarla.

—Porque sabes que, al final, me necesitas tanto como yo te necesito a ti.

Luna abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo, Damian se inclinó hacia adelante y la besó. Fue un beso intenso, lleno de todo lo que no habían dicho. Luna se quedó quieta por un momento, sorprendida, pero luego cedió, dejando que la pasión la envolviera.

Cuando se separaron, Damian susurró:

—El mundo está lleno de sombras y secretos, Luna. Pero juntos, podemos aprender a controlarlos.

Luna no respondió, pero algo en su interior le decía que ese beso había cambiado las reglas del juego.

Mientras tanto, en el penthouse de Ian...

Ian caminaba de un lado a otro de su oficina, incapaz de calmar la furia que sentía. Las noticias no mejoraban, y la imagen de Luna parecía estar ganando terreno en la opinión pública. Aurora entró con su habitual confianza, pero esta vez su expresión estaba cargada de frustración.

—¿Sigues sin hacer nada? —espetó, cruzando los brazos frente a él—. Luna está destrozando todo lo que construimos, y tú solo caminas en círculos.

Ian se detuvo y la miró con ojos fríos.

—¿Crees que no estoy haciendo nada? Mis equipos están trabajando las veinticuatro horas para contrarrestar cada movimiento suyo.

—¡Pero no es suficiente! —gritó Aurora—. Necesitamos atacar, Ian. Mostrarle a Luna que no puede con nosotros.

Ian apretó los puños, luchando por mantener la calma.

—¿Y qué sugieres? —dijo, con una voz tensa—. ¿Que juegue tan sucio como ella?

Aurora se acercó, su mirada desafiante.

—Si no estás dispuesto a ensuciarte las manos, entonces alguien más lo hará por ti.

Ian sintió cómo su paciencia se agotaba.

—¿Qué insinúas, Aurora? —dijo, acercándose a ella—. ¿Que no soy capaz de proteger lo que es mío?

Aurora no retrocedió.

—Digo que, si no puedes protegerlo, tal vez deberías dar un paso al costado.

La tensión entre ellos era palpable. Ian sabía que Aurora estaba tan desesperada como él, pero sus palabras le dolían más de lo que quería admitir.

—No necesito que me digas cómo manejar esto —respondió finalmente, con un tono gélido—. Si no confías en mí, tal vez eres tú quien debería irse.

Aurora lo miró durante un largo momento, su rostro lleno de emociones que no podía ocultar. Finalmente, se dio la vuelta y salió de la oficina, dejando a Ian solo con su rabia y su incertidumbre.

El juego de sombras y secretos apenas comienza.