Al ver por primera vez a Julio Reed, Fabio Pendleton sintió una fuerte sensación de familiaridad.
Pero no logró ubicarlo en ese momento.
Como el gerente general del Grupo Armin Levis, era él quien realmente hacía que las cosas sucedieran.
En cuanto a la junta directiva, solo aparecían en este edificio de oficinas al final del año.
En otras palabras, dentro del edificio entero, él era el verdadero jefe.
Miles de empleados estaban bajo su mando.
Y esos jefes solo controlarían las cosas a distancia por teléfono cuando surgieran problemas reales.
Rara vez se presentarían en persona.
Incluso si lo hacían, sería como cuando apareció la mujer vestida de rojo justo ahora.
Fabio Pendleton no podía levantar la cabeza.
Solo podía mirar al suelo.
Una vez que levantaba la cabeza, bien podría perderla.
Después de todo, él era solo un empleado.
No podía tocar el núcleo.
Cuando la reputación de Julio Reed se propagó como un incendio por la capital, ya había recibido la inteligencia.