—¡Loco! ¡Un montón de lunáticos! ¡Este es mi hotel! ¡Nadie tiene permitido destruirlo!
Odingle cubría su rostro ensangrentado, rugiendo furiosamente.
—Nunca imaginó que después de pasar más de una década en Ciudad Gonzalez, llegaría un día en que alguien destrozaría su establecimiento.
—¡La imagen del restaurante que había construido con esfuerzo durante una década estaba siendo destruida en un instante!
—¡El letrero del restaurante del Norte fue completamente demolido!
—¡Es la tienda de tu familia la que estamos destrozando!
Julio Reed ignoró al casi enloquecido Odingle y se volvió hacia Stacy Cook y Tristan Caldwell.
Ambos hacía mucho que estaban aterrorizados, ahora acurrucados en el sofá, sus cuerpos temblando como coladores.
—¿Lo harás tú mismo, o quieres que te ayude a beber? —preguntó Julio Reed con una sonrisa.
Esa sonrisa casi le cuesta la vida a Tristan Caldwell.