—¡Primero, ayuden al jefe a levantarse!
Los empleados, habiendo visto la acción rápida, precisa e implacable de Julio Reed, no se atrevieron a hacer movimientos precipitados. Un grupo de ellos corrió detrás de Ashwin Lago y lo ayudaron a levantarse del suelo.
—Jefe, ¿está bien?
Un empleado sacó un pañuelo de su bolsillo y con suavidad limpió la sangre del rostro de Ashwin Lago.
El golpe de Julio Reed había sido tan potente que hizo añicos la pesada botella de vino.
Afortunadamente para Ashwin Lago, su constitución física era robusta; cualquier otra persona habría sufrido una conmoción grave y se habría desmayado allí mismo.
—¡Chico, te atreves a golpearme!
Ashwin Lago se puso de pie tambaleándose, mientras los efectos del alcohol casi se disipaban.
Fregándose los ojos con fuerza, solo veía estrellas y una sombra negra. Le llevó aproximadamente medio minuto finalmente discernir la ubicación de Julio Reed.
—¡Bájenlo por mí! ¡Si algo sucede, yo me hago responsable!