—¡Tonterías! —Las cejas de Fernando Lee estaban tan fruncidas que parecía que iban a sacar agua. Ser confrontado por Julio Reed de esta manera, cuanto más lo pensaba, más disgustado se sentía, como si estuviera sosteniendo un orinal en sus manos.
Tomando en cuenta esos dos poemas y los dos caracteres finales, la mayoría de las personas presentes estaban inclinadas a creer la explicación de Julio Reed.
¡Pero Fernando no podía admitirlo absolutamente!
¡Una vez lo admitiera, perdería toda su dignidad, y su estatus dentro del círculo caería drásticamente!
¡Más importante aún, cómo lo vería Sophia Leocadia después de eso?
—¡Esto son todas tus especulaciones! No son convincentes en absoluto. Si no presentas ninguna otra evidencia, cumpliré con nuestra apuesta y te sacaré los cuatro dientes de adelante —amenazó.
El rostro de Fernando estaba sombrío, y sus puños estaban apretados con fuerza.