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La vasta sala de conferencias estaba tan silenciosa que se podía oír caer un alfiler.
Los miembros del Clan Radcliffe bajaron la cabeza, sin atreverse ni a tomar una respiración profunda.
—¿¡Dónde están sus acciones!? —exclamó Zade Radcliffe.
¡Zas!
La palma de Zade Radcliffe azotó la mesa, su rostro lucía extremadamente feo.
—Las compré —dijo Julio Reed con una sonrisa leve, sin hacer ningún esfuerzo por ocultar su desdén.
—¡Qué! ¿No se suponía que los compradores eran ricos empresarios de la Provincia de Cinco Ríos? —un miembro del Clan Radcliffe levantó la cabeza, preguntando horrorizado.
—¿Podría ser...? —murmuró otro, conmocionado.
—En efecto, la persona que compró sus acciones soy yo —confirmó Julio Reed.
Al ver a los miembros de la Familia Radcliffe con los ojos muy abiertos por la sorpresa, Julio Reed se encogió de hombros y dijo algo impotente: