—¡Si se atreven a tocarnos, el Hermano Abernathy nunca los dejará ir! —El último hombre de blanco tembló como si hubiera visto al Segador Macabro, su cuerpo instintivamente retrocediendo.
El miedo estaba en sus ojos, un temor interminable.
—¡Entonces que venga! —Con un pie, Aron Jackson pisoteó hacia abajo, rompiendo su cuello al instante.
—¡Maldición! —En un Audi no muy lejos de la calle, Theodore Kensington rugió aplastando el auricular hasta convertirlo en polvo.
Había instalado dispositivos de escucha miniatura en los cuatro entrenadores. Todo lo que sucedía dentro, él lo sabía como la palma de su mano desde el coche.
Era la experiencia que había acumulado a lo largo de los años en las calles.
—¡Aron Jackson! ¡Ya veremos! —Quince Kensington cambió al asiento del conductor, miró con ojos inyectados de sangre el distante BMW, ¡y pisó el acelerador a fondo!
...
