Ciudad Gonzalez.
8:30 PM.
En la casa de Burl Radcliffe.
Julio Reed estaba sentado en el sofá, con una caja de armas ocultas sobre la mesa.
Dentro de la caja había dardos.
Frente a él, Noam Martín estaba arrodillado, recto como un poste.
Temblaba de miedo.
El suelo ya estaba empapado de sangre, los sonidos de goteo incesantes.
El aire se sentía algo coagulado.
La caja de armas ocultas estaba a menos de veinte centímetros de Noam Martin.
Pero no se atrevía a extender la mano, no se atrevía a tomarla.
—Hace diez días... —la garganta de Noam Martín se movió, su voz algo ronca—. Hace diez días, alguien vino a mí, prometiéndome la riqueza y el honor que deseaba. Juzgando por su atuendo, pensé que era el jefe, así que no pensé mucho en ello.
—El lugar de la reunión era una cafetería bajo mi control. Esa persona... su primera pregunta fue si quería ser el jefe de Ciudad Gonzalez.
En este punto, apretó los puños con fuerza, su voz haciéndose cada vez más débil.