—Tú...
—No me gusta perder palabras.
—Shirley interrumpió las palabras de Beckett Carmichael: «Dos opciones. La primera, te conviertes en un cadáver como ellos. La segunda, me llevas adentro».
Es inconveniente operar en la capital.
Vino aquí para matar a Julio Reed y tomar el Trípode del Dragón Divino.
Una vez que tuviera éxito, desaparecería inmediatamente.
El Pabellón Willson estaba lleno de expertos del sur; si se enteraban de la muerte de Julio Reed, buscarían venganza a toda costa.
Un hombre sin culpa no tiene de qué ser culpado, pero el portador de un tesoro invita a problemas.
En ese momento, Shirley tendría que enfrentarse a mucho más que solo al Pabellón Willson.
Y los innumerables otros que codiciaban el Trípode del Dragón Divino.
—¡Un tesoro supremo!
Este mismo objeto había causado una vez una tormenta en toda la ciudad.
Todo el mundo marcial se sumió en el caos.
—¡Debe obtenerlo rápidamente y tragarse la papa caliente!
