—¡Quién está ahí! —exclamó aterrorizado.
El corazón de Darrell Huntington se saltó un latido.
—¡Giró rápidamente, con los ojos fijos en lo que yacía adelante! —gritó asustado.
—¿Quién se atrevería a destrozar la puerta de la familia Huntington en plena noche?
—¡Deténganlo! —ordenó.
—¡Sí, señor! —respondieron los guardaespaldas.
Los guardaespaldas rápidamente sacaron sus armas de sus cinturas y corrieron hacia la entrada.
—¡Un aire de intención asesina! —se percibía en el ambiente.
Todos estos hombres eran luchadores hábiles y eran precisamente los acompañantes que Darrell Huntington planeaba llevar consigo al río de Lopez.
Su plan original era matar a su objetivo y luego irse inmediatamente.
Como precaución para el viaje, cada uno llevaba una caja de armas ocultas y una daga.
—¡Novecientos cincuenta metros! —anunció uno de ellos.
Los guardaespaldas avanzaron y pronto aparecieron en la entrada.
Delante de ellos estaba un hombre.