—Finalmente.
Itai Huntington aún golpeaba la gran entrada de la familia Huntington.
Se había imaginado innumerables veces, exactamente cómo regresaría con la tableta espiritual de su madre:
Con la postura de una reina, obligando a la gente de la familia Huntington a arrodillarse a ambos lados, inclinando sus cabezas y suplicando misericordia.
O con un comportamiento suplicante, llorando y rogando a Darrell Huntington por una oportunidad.
O quizás, una negociación indiferente.
Pero al final, fue en una noche negra como el carbón, sola, sosteniendo la tableta espiritual de su madre.
Vino al hogar Huntington.
Como una ladrona, regresando tranquilamente a casa.
Antes de entrar, Itai Huntington se dio la vuelta, mirando hacia la distancia.
Esa era la dirección en la que se había ido el taxista.
Estaba muy agradecida.
Agradecida por aquel dicho: "Conducir de día, matar de noche".