Mansión de la familia Carmichael.
Julio Reed yacía en el sofá, con las manos detrás de la cabeza.
Descansando con los ojos cerrados.
Bamboo Whitaker se arrodilló en la alfombra, amasando sin cesar.
—Jefe, eso es simplemente acoso —dijo indignada, presionando cada vez más fuerte.
No importaba cuánta fuerza aplicara, el pez gordo en el sofá no mostraba ninguna reacción.
Hasta el punto que Bamboo casi se rompe las manos, y Julio no sentía nada.
Huesos de hierro y músculos de acero.
Una simple criada, qué risa.
—¿Dijiste o no dijiste cosas sobre mí delante de la Hermana Quella? —Julio habló con pereza, pero Bamboo, que masajeaba sus piernas, dio un salto de susto.
—Tú... ¿cómo lo sabías... —Ella se rió tontamente, algo avergonzada—. ¿No fue eso un desliz de la lengua?
—¿Un desliz de la lengua? —¡Julio chasqueó los dedos! ¡Zumbido! ¡Un hueso de cereza salió disparado como una bala! Le dio a Bamboo justo en la frente.