—¡Habla, quién te envió aquí! —Después de que Quella Radcliffe se marchó, Julio Reed se quedó de pie con las manos en los bolsillos, mirando al sacerdote taoísta asesino frente a él.
El otro era muy fuerte, lo podía sentir.
—A lo largo de mi vida, he actuado según mi propio corazón. El que te busca hoy soy yo.
Sin Polvo sonrió levemente, pero la sonrisa no ocultaba la intención asesina.
—Si, como afirmas, no tenemos rencillas entre nosotros, ¿por qué vienes a buscarme problemas?
Julio Reed frunció el ceño ligeramente, percibiendo que este sacerdote taoísta definitivamente no era simple. Además, no podía recordar ningún conflicto con un sacerdote taoísta en su memoria. Entonces, ¿cuál era el propósito de la visita de hoy?
Afortunadamente, Quella Radcliffe ya se había ido, así que podía luchar libremente.
—Maestro Julio, ¡realmente tienes mala memoria!
Sin Polvo sacudió su escoba de cola de caballo y preguntó seriamente: