—¡En el cielo nocturno! —exclamó alguien.
—¡Una figura saltó desde el decimoséptimo piso!
—¡La lanza de Hades dejaba estelas de chispas en las paredes del rascacielos!
—¡En esta noche tranquila, era como un meteoro!
—¡Deslumbrantemente deslumbrante!
—¡Él estaba vestido con una armadura esquelética de color rojo sangre, con una capa ondeando detrás de él!
—¡Zum!
—¡El instante en que aterrizó!
—¡Dejó un profundo cráter en el suelo!
—Luego, como un guepardo, ¡arrancó a correr!
—¡En el aire, solo se podían ver estelas!
—¡Chase!—gritó alguien.
Al mismo tiempo.
—Debajo del bar.
—Tres sedanes arrancaron, persiguiéndolo.
Unos diez minutos más tarde.
—Hades, con una lanza en una mano, apareció en una carretera a diez kilómetros del bar.
Todo estaba en silencio.
—Un hombre solitario con una lanza, de pie en medio de la carretera.
—Este lugar solía ser un crematorio.
—Después de su demolición, casi nadie venía aquí.
—Ahora era de noche, aún más silencioso.