```
—¡De hecho el Soberano! —Adam Martin se sentó en el borde de la cama, sacando un paquete de cigarrillos del abrazo de Jay King.
Cigarrillos manchados con sangre fresca.
Los encendió silenciosamente.
Ssss...
—Tos... tos... —agitó la cabeza y apagó la colilla del cigarrillo.
Esos juguetes dañan los pulmones, no son buenos.
Después de matar al hombre, debería regresar a Montaña Azul para informar.
Cada vez que pensaba en la bofetada que Nelson le había dado, Adam se sentía increíblemente frustrado.
Huh.
Mujeres.
Justo entonces, pasos apresurados provenían del exterior de la puerta.
Cuando el pelotón de guardaespaldas recibió la noticia y se apresuró a llegar, todos se quedaron atónitos ante la escena ante ellos.
Todo lo que quedaba del cuerpo de Jay King era un torso.
Arrodillado en la cama.
La sangre fresca, tiñendo las sábanas de rojo.
—La cabeza... ¿dónde está la cabeza... —algunos ya estaban demasiado asustados para hablar.